martes, 24 de septiembre de 2019

CAMBRIA, EL PAPÁ AMERICANO DEL BEISBOL CUBANO

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Por Andrés Pascual
El primer pelotero que firmó el cazatalentos Joe Cambria en Cuba (foto con 8 jugadores cubanos en Washington) fue al antesalista matancero Roberto “Tarzán” Estalella, que en la liga cubana jugó con los Monjes Grises y con los Tigres del Marianao; Estalella actuó en Grandes Ligas con los Senadores de Washington y con los Elefantes Blancos de Connie Mack, los Atléticos de Filadelfia; el último su mejor descubrimiento: Tony Oliva.
Cambria firmó a más de 400 cubanos para el beisbol americano, la mayoría no alcanzaron el nivel de liga grande ni de clase A, doble A o triple A; alrededor del 55 % permanecieron poco tiempo en las desaparecidas B, C y D, en equipos como los Broncos de Big Spring de la Longhorn League en Texas, parada casi obligatoria de todos los jugadores de la mayor de Las Antillas que entraban bajo contrato del Washington al Beisbol Organizado.
Nacido en Italia en 1890, Joe Cambria creció en Baltimore y operó una Tintorería que tuvo como vía de sustento con relativo éxito.
Es curioso que los dos primeros jugadores cubanos que jugaron en las Mayores (dos ligas), fueran firmados por Clark Griffith: Armando Marsans y Rafael Almeida debutaron con los Rojos de Cincinnatti el 4 de julio de 1911, mientras actuaba como manager de ese club, precisamente, Griffith.
En 1912, el Viejo Zorro cambió de Cincinnatti a Washington como director, al equipo lo apodaban los Nacionales y, en 1919, compró la franquicia y  ganó la Serie Mundial de 1924 y la Liga Americana en 1925 y 1933.
En 1934, porque el club concluyó en un decepcionante 7mo. lugar, Griffith lo desmanteló, sin detenerse ni ante su propio yerno y posterior Salón de la Fama, Joe Cronin, jugador/director a quien envío a los Medias Rojas de Boston.
Aquel 1934, Griffith contrató a Joe Cambria para que fuera su principal cazatalentos y se ocupara del mercado cubano, considerado por el Senador-Jefe, que lo conocía bien, abundante en talento con posibilidades de ascenso a las Mayores y no se equivocó; porque, la función de Cambria en Cuba le produjo a Griffith una cantidad notable de bigleaguers, algunos de ellos Camilo Pascual, Pedro Ramos, Mike Fornieles…quienes, por elegir al Washngton sin esperar una opción mejor, perdieron la posibilidad de jugar para otra Organización de más fuerza y, por consiguiente, más dinero que los Senadores Papa.
Tal vez Camilo Pascual no pudo lograr números impresionantes por sus 8 rotundas campañas perdedores, desperdicio monumental, con “los primeros en la guerra y en la paz; pero últimos en la Liga Americana”
El beisbol no era nuevo para Cambria, que había sido dueño de los Senadores de Albany clase A y del Baltimore Black Sox de Ligas Negras, después, por sugerencia de Griffith, alentó y contribuyó con la creación de los Havana Cubans de la Liga de la Florida clase D, con los “habaneros” tuvo participación inversionista.
El ítaloamericano era un individuo de “vista larga y buen olfato” a la hora de observar a jugadores noveles o de campo amateur, con esas herramientas a la mano, continuó robusteciéndose la leyenda del beisbol cubano, paralizada en febrero de 1961 por el
descabezamiento arbitrario y unipersonal del profesionalismo, obra destructora y desgracia directa del tirano.
A Cambria le adjudican la posesión en La Habana de una pequeña cadena de bares y un restaurant conocido como Triple A, cercano al Estadio del Cerro, administrados por el ex catcher Modesto Pérez, así como participación en la propiedad de los Havana Cubans; lo primero le sirvió de excusa al profesor universitario “izquierdista” de por acá, devenido historiador del beisbol cubano, Roberto González Echevarría, para referirse a esas propiedades como “controversiales de período post-guerr ¿Controversiales por que?
La controversia debió observarla en alguno de sus muchos viajes a Cuba con la “participación española o italiana” en hoteles, bares, cabarets…verdaderos antros de prostitución y drogas, consentidos y manipulados desde las oficinas del Consejo de Estado y del Buró Político del Partido y, eso, no lo he oído ni leído, escrito por él,
nunca…Una palabra, una sola, es peligrosa de acuerdo al contexto; peor a quienes se dirija.
Otro de los ataques contra Cambria, facturados aquí y enarbolados como parte de la bandera castrocomunista allá para justificar el descabezamiento de la pelota
profesional, es que “sonsacaba” a jóvenes que trabajaban en los campos de caña de
azúcar para traerlos hacia Estados Unidos por, más que bajos, miserables
salarios, sin antes prepararlos para enfrentar el fenómeno del racismo…
Ni los salarios eran miserables para alguien que en Cuba era un jornalero agrícola, ni
la mayoría provenía de los campos de caña, ni se hubiera podido hacer algo, aunque se hubieran graduado de universidad con tesis sobre el racismo americano, porque el racismo estaba ahí, ninguna fuerza humana hubiera evitado que aquellos jóvenes probaran fortuna en el beisbol rentado, triunfaran o no.
A Joe Cambria, americano de H. Upman # 5 entre los dedos, guayabera, corbata-lacito negro y sombrero de pajilla, como cualquier cubano que se preparaba dominicalmente para asistir al club gallístico, los jugadores criollos, que le querían y a los que defendió
y protegió con lealtad de padre, le llamaban Papa Joe.
Cuando en 1951 contrató al inicialista (jugó para los Tigres de Marianao), Julio Bécquer, lo hizo por sugerencia de Papa Montero, Adolfo Luque, quien fuera su gran amigo desde los 30’s y, cada vez que se presentó la ocasión, escuchó a otros ex jugadores que le sugerían que “observara a aquel muchacho”; así llegó a Tony Oliva por intermedio del ex
jugador del Cienfuegos Roberto Fernández Tápanes y firmó en tryout en el
estadio Borrego de Pinar del Rio en 1960.
En 1950, 43 cubanos y once latinos habían aparecido en Grandes Ligas, muchos de “factura cambriana”, entre ellos el legendario pitcher venezolano Alejandro “Patón” Carrasquel; pero, contribución exclusiva a su caudal de superscout, también Babe Phelps, Mickey Vernon, Cal Ermer, Walt Masterson, Pete Runnels y Jake Powell  entraron al beisbol porque firmaron un contrato ofrecidoo por Joe Cambria.
A Papa Joe lo relacionan con la monumental mentira que la izquierda liberal americana lanzó, contribución a proyectar la imagen del tirano de Cuba en este país a través del deporte; “gracia” de mal gusto que ni el propio dictador se ha atrevido a repetir,  de que fuera observado por el gran escucha como lanzador de condiciones: Castro fue un paquete que no jugó 20 partidos de pelota con organización ni colegial, al que Cambria jamás se refirió como posible miembro de la Organización del Washington de acuerdo al material que mostraba; sin embargo, la mala intención de las fuerzas que mantienen su política asoladora con apoyo desde aquí, han hecho un mito del asunto.
El domingo 9 de diciembre de 1961 se produjo la ultima asistencia de Joe Cambria a un torneo de pelota cubano con el objetivo de evaluar jugadores amateurs, fue al Campeonato Inter Granjas PR-2, conocido como “de Guerra Matos”, en el pueblo San Cristóbal, Pinar del Río; allí firmó a un pitcher de apellido Merejos, de San Juan y Martínez, y a otro nombrado Lázaro Pérez. Yo estuve a su lado aquella tarde y le seguí hasta que, frente al parque del pueblo, abordó su Cadillac negro rumbo a La Habana.
Papa Joe, el americano que contribuyó tanto como el que más a la construcción de la única leyenda beisbolera allende las fronteras de Estados Unidos, falleció en 1962.
Hoy ningún hijo del castrismo en la Isla le conoce ni, mucho menos, le reconoce como lo que fue: uno de los padres del otrora poderoso beisbol cubano.

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