En realidad tuvo su momento de mayor esplendor con los Cardenales de San Luis allá por los años 90 pero así y todo no ganó nada, en cuanto a títulos se refiere.
De igual modo la historia de Mark McGwire hay que escribirla con letras mayúsculas, más allá de esteroided y difamaciones.
Hay un hecho inobjetable, si las Grandes Ligas tuvo un símbolo a finales del siglo XX, ese fue McGwire, la encarnación del clásico jonronero; uno de los sluggers más respetados en todos los tiempos.
Todavía se recuerda aquella mítica temporada de 1998 y la legendaria batalla entre Sammy Sosa y Mark McGwire; el récord de jonrones de 61, destrozado a Roger Maris y la nueva marca de 70.
Hablamos de una época memorable en el béisbol de Grandes Ligas, al punto que muchos especialistas afirman que peloteros como Sosa y McGwire oxigenaron el espectáculo, en un momento donde este iba en detrimento.
La historia de Mark es única y sus números están ahí, hablando por si solos; tal vez por ello cobre mayor notoriedad al día de hoy, lo sucedido en 1987, en la temporada de novato de McGwire; sus 49 jonrones como reflejo de lo que vendría después.
De hecho un 27 de junio, hace 34 años, McGwire pegaba tres vuelacercas en un juego, robándose todas las portadas.
Ese comienzo de Mark McGwire ha sido silenciado por los grandes medios, pues todavía persisten muchos estigmas sobre su figura; no obstante el origen de su leyenda está ahí, en esos años con los Atléticos de Oakland, el mismo equipo que discutió tres Series Mundiales de manera consecutiva, en 1988,1989 y 1990; allí estaba él siendo uno de los rostros emblemáticos de la franquicia
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