martes, 19 de febrero de 2019

KOUFAX ESTÁ MÁS LEJOS DE LO QUE SUPONEMOS


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Por Andrés Pascual
Los Dodgers cayeron 1-3 contra la PANDILLA DEL GASÓMETRO, club hacia el que sus oponentes deberían incluirle siempre, como receta de recomendación estratégica, “no dejes hendijas abiertas porque se cuelan…”.
Con los Cardenales no importa si el nombre fue Alexander, Hornsby, Bottomley, Pimienta, Dean, Musial, Boyer, Javier, Peruchín, Joaquín o Jack Clark, ayer; o Yadier Molina hoy, porque, en el juego de pelota, hay clubes cuya historia se repite año tras año: si etiqueta de poco corajudos, ni aunque los vistan de Yankees del 37; si con valor de sobra, hasta un equipito de Pequeñas Ligas con el traje son difíciles y ese aura extraña, sobrenatural casi, que escapa a análisis de sabios poco dados a los cuentos mesméricos, acompaña a cada franquicia a través del tiempo.
Si el San Luis gana la Liga o no, quitaron del medio a unos Dodgers de “nombres fastuosos”, de posibilidades previas infinitas, con una nómina al borde de reventar y con el monstruo KERSHAW, que lo es desde el montículo, pero, como le ha sucedido a muchos de los grandes serpentineros en los anales del pasatiempo, por una u otra razón “NO GANA EL BUENO”, se le va de la mano, a veces porque la defensa falla; otras porque el club no produjo con efectividad y alguna porque lo han matado a palos, todo en uno pudiera concebirse como un capítulo especial y raro de “lanzadores de mala suerte…”, no del socorrido día malo, sino de cualquiera en que deba ganar el que NO PUEDE PERDER.
Clayton Kershaw es el pitcher zurdo más impresionante desde el retiro de Johnson y de Tom Glavine y hablo de dominio, por eso cité al monticulista del Atlanta, porque, sin la velocidad de ninguno de los otros dos, sin la curva en cambio del abridor actual de los Esquivadores y sin el slider del gigante QUE MATÓ UNA PALOMA al vuelo en un juego, se convirtió en rutina verlo disponer de cuanta batería enfrentara en cada salida por poderosa que pareciera.
Kershaw alcanzó la categoría estelar primero que Koufax, pero no ha podido lograr la calidad ni el poder intimidante del nativo de Brooklin.
Tomando en consideración que le queden varios años de vida atlética, si la suerte lo acompaña en asuntos de salud, quizás el joven disponga de tiempo para espantar el pájaro negro de la mala suerte, lo que está por verse.
Tal vez la veteranía logre “curarlo”, que se imponga en juegos que lo exigen, mientras, nadie puede colocarlo sobre Sandy Koufax, porque no se hace con otros que ganaron más de 300 y no perdieron el “bueno” rutinariamente.
Referencia útil a una comparación a destiempo, todavía está fresco, tras 49 años de producirse la Serie Mundial de 1965, cuando, contra una batería mucho mejor que la de los Cardenales, Koufax ganó y, pasado mañana, le pidió la bola a Alston y lanzó uno de los mejores juegos de todos los tiempos en eventos de este tipo, tenía menos de 40 horas de descanso.
Hay que esperar a ver cuánto de bueno, sin ser mejor, con respecto a Sandy Koufax, pudiera resultar Clayton Kershaw.

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