Disfruta de una nueva entrega de "Tripleplay" por Humberto Acosta
Releía a Edgardo Rodríguez Juliá, y su visión del beisbol en su libro “Peloteros”, y recapacité sobre el tema que abre esta columna. No es que el escritor puertorriqueño tenga la verdad en sus manos, pero admito que me identifico con su manera de apreciar y disfrutar el juego, tal vez porque exista entre nosotros una afinidad surgida de una coincidencia temporal.
El beisbol, ¿está cambiando?
Sin entrar en juicios de valor, si es bueno o no, pareciera que sí lo está. Sobre todo por tratarse de una actividad deportiva que se ha caracterizado por una manifiesta característica, que se remonta a los albores del siglo XX, conservando sus características. Particularmente a lo referido a sus múltiples reglas.
Los cambios a los que nos referimos en particular, nada tienen que ver con la economía. Es parte inevitable del día a día de la sociedad desde hace ya cuatrocientos años, impulsada por las altas y las bajas del capitalismo, como se apreció en la reciente disputa entre los dueños de equipos y los peloteros de las grandes ligas. Sutiles innovaciones que se expresan en cambios como la incorporación del bateador designado por el pitcher en la Liga Nacional, casi medio siglo después de haber sido impuesto en la Liga Americana.
Aunque no hay manifestaciones públicas u oficiales sobre movimientos más recientes por parte de las autoridades del Beisbol Organizado, todo parece apuntar, que la pérdida del interés de parte de los aficionados de las últimas generaciones, en comparación por otros deportes como el basquetbol y el fútbol americano en Estado Unidos, es lo que influye en el descenso de los ingresos publicitarios que generan las transmisiones por televisión y la asistencia a los parques, que mantienen al espectáculo de las mayores en ascuas.
Paradójicamente, se trataría de un callejón sin salida en que se encuentra atrapada Majo League Baseball, y por supuesto los peloteros. Por cierto, un callejón con nombre y apellido, tiempo.
Según estudios de especialistas como sicólogos, el desafecto hacia el beisbol de parte de los fanáticos, tiene su origen en las horas que demoran los juegos, diametralmente opuestas al promedio de duración del basquetbol y el fútbol americano, lo que ha llevado a la televisión a trasladar buena parte de sus ingresos de anuncios publicitarios a los otros juegos, decisión que aparentemente aplauden los nuevos fanáticos, que no quieren que su tiempo solo transcurra en un estadio de beisbol o frente al televisor, pero sí durante los noventa minutos del basquetbol, que también les permitiría ir al cine, a un bar o una discoteca, a compartir con los amigos.
Y es aquí donde se encuentra el drama del beisbol: ¿cómo adelantar el resultado de un juego, sobre todo si está empatado, situación inexistente de acuerdo con su reglamento infalible, como si puede acontecer en el fútbol? Ni siquiera reduciendo los desafíos, de nueve a siete innings. ¿Y si prosigue igualada la pizarra?
Esperemos a ver qué ocurre.
Razones del capitalismo
“Es un juego difícil, arriesgado que exige más talento que dedicación”, agrega Rodríguez Juliá. “Requiere de una destreza rarísima. Batear trescientos es asegurarse la gloria beisbolera. Se trata de batear tres incogibles cada diez turnos al bate. Un deporte tan tolerables con el fracaso, tiene que ser difícil. Igual de vertiginoso que escribir un buen cuento”.
Edgardo Rodríguez Juliá y su postura ante el beisbol
“El beisbol es un espacio importante para todos nosotros, los caribeños cautivados por el parsimonioso “pasatiempo nacional” norteamericano. Cuando asumimos este deporte como parte de nuestra herencia colonial, también asumimos sus valores y contradicciones. Llegó al Caribe cuando aún no se habían gestado todas sus posibilidades.
Existe un estilo caribeño de jugar beisbol. Al lento y a veces pastoral juego decimonónico le añadimos nuestra salsa afro caribeña. Para los norteamericanos, como el espíritu del capitalismo, el beisbol es un deporte de equipo, corporativo, y a la vez rigurosamente individualista. A este nivel metafórico, la extensión del beisbol por el Caribe fue, y es, una promesa de superación para los muchachos mulatos, negros y pobres del arrabal caribeño”.
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