sábado, 3 de abril de 2021

EL EMERGENTE. ¿Es que acaso se terminó la carrera del Rey Félix?

 


EL EMERGENTE

Por Ignacio Serrano

Son dos años ya, dos temporadas en la MLB sin que Félix Hernández comience como uno de sus protagonistas. Y ojo, que no hablo de ser la estrella de otros tiempos, cuando campeaba en la Liga Americana y era uno de los mejores pitchers de beisbol.

No. Es mucho peor que eso. La ausencia total del Rey Félix en las Grandes Ligas es una de las peores noticias que pudiera conocer la pelota venezolana y amenaza con ser la antesala de otra peor: la que pudiera llegar un día, si su figura continúa languideciendo lejos de la alta competencia.


Han sido distintas las razones de este vacío, es cierto. En 2020 él temió por su salud y no quiso jugar en plena pandemia, aunque parecía haberse reencontrado con buenos numeritos en aquel Spring Training. En 2021 fue, en cambio, una combinación de bajo rendimiento y problemas físicos, al ser bateado, primero, y quedar sin tiempo para prepararse debido al codo, después.

Que Hernández sufre un declive resulta una obviedad. Entre 2005 y 2016 puso una efectividad de 3.16 en casi 2.500 innings, con más de 2.200 ponches y un promedio de carreras limpias que fue 26 por ciento mejor que la media de las Ligas Mayores en aquellos estadios donde lanzó. Había comprado casi todos los boletos para ganar su placa en el Salón de la Fama y tenía solo 30 años de edad.

Pero entre 2016 y 2019 se fue desvaneciendo, hasta dejar 5.42 de efectividad, ¡nada menos que 23 por ciento por debajo de la media de la MLB en ese lapso en los parques por donde pasó!, mientras bajaba su rata de ponches, subía la de las bases por bolas y también la de cuadrangulares.

Se pueden decir muchas cosas de ese doble retrato: el doctor Jekill se convirtió en Mr. Hyde cuando perdió velocidad en la recta, y esa velocidad fue mermando porque, al sol de hoy, acumula casi 3.000 entradas sobre el hombro derecho.


No importa la edad. Todavía es relativamente joven, a punto de cumplir 35. Importa el kilometraje. 

Su primer torneo en las Grandes Ligas fue a los 19, cuando casi todos los pitchers están dando sus primeros pasos entre Novatos y Clase A. ¿Por qué sorprendernos ahora? De transpolar su carrera toda a un inicio a los 23, si hubiera sido el caso, ese declive habría empezado a los 34 y hoy, a las puertas del final, estaría por cumplir los 39.

A todos nos cuesta entender el bajón del Rey hasta que reparamos en ese detalle, para nada nimio. Empezó demasiado temprano y la carga sobre el brazo ha sido brutal. No lo olvidemos, son casi 3.000 actos solamente en la Gran Carpa. O visto de otro modo, allá por 2016, cuando cumplió los 30, ya tenía la carrera más larga, prolífica e intensa para cualquier lanzador venezolano en la historia.

Freddy García, por ejemplo, se retiró como el lanzador nacido en Venezuela con más innings en las Ligas Mayores. Hernández no solo lo rebasó, sino que le saca ya prácticamente 500 entradas. Tiene más de 700 sobre Johan Santana, casi 800 más que Carlos Zambrano y Aníbal Sánchez.

Nadie, ninguno de sus compatriotas ha trabajado tanto sobre la lomita como él. Nadie.

Así que el declive era de prever. En esta columna hablamos de eso varias veces, cuando la recta pasaba de 93 a 91 y rayaba luego las 90 millas por hora. Solo la reinvención que algunos otros intentaron, el más célebre Warren Spahn, podría salvarle del desplome.

Para eso necesitaba el control milimétrico que no ha tenido. Lo dicho, su media de bases por bolas creció en el malhadado trienio. Y aumentaron los cuadrangulares. Incapaz de alejar a los rivales de las almohadillas con la frecuencia de élite que necesitaba, fue víctima de su mentado y lógico envejecimiento deportivo.

Fue víctima también de su propia incredulidad. Sus coaches y managers, analistas y columnistas hablamos de la imposibilidad de tener éxito apelando a las fórmulas de siempre, siendo que la pelota no bajaba ya desde el morrito a la velocidad de antes. Tenía que reinventarse, en lugar de repetirse y de repetir a los medios, una y otra vez, que todo era cuestión de prepararse mejor y que él saldría de ese hoyo por puro pundonor.


Apenas en 2019 pareció entenderlo, en medio de su annus horribilis, y solo en 2020 empezó a notarse un cambio real, en ese Spring Training que para su infortunio quedó trunco por la covid.

Ya en pleno 2021, ¿qué le espera? Pudo quedarse con los Bravos y hasta habría lanzado en los playoffs, porque parecía empezar a adaptarse y Atlanta necesitó abridores durante la temporada entera. ¿Se le puede reclamar que haya temido al coronavirus, una enfermedad que es ya la tercera causa de muertes en Estados Unidos? Ahora pudo mantenerse con Baltimore e ir al campo alterno, para sumar los juegos que no lanzó en los entrenamientos primaverales y tratar de prepararse a fondo, con vistas a un regreso --digamos-- más cercano al mes de mayo que de abril. ¿Por qué no lo hizo?

Es de suponer que concluyó, junto a sus agentes, que tiene chance de lograr una oportunidad mejor en otro sitio. Y quizás sea así. Casi siempre aparece alguien dispuesto a hacer una última apuesta por estrellas con su recorrido. Pero siempre llega también el momento del adiós forzado, cuando ese chance ya no surge.

El mayor reto del Rey Félix hoy es convencer a un posible empleador que estos casi cinco años, ¡cinco años! pueden quedar atrás y abrir paso a una buena cosecha. Convencerlos será cada vez más difícil, porque ya no serán tres años malos, sino prácticamente un lustro. Su retiro voluntario de 2020 y este marzo para el olvido quedarán inevitablemente como parte del mismo paquete. Y para colmo de males, la inactividad, cada vez más larga, amenaza con seguir robándole fortaleza, condiciones y aptitud.


¿Es que acaso se terminó la carrera del Rey Félix?

Este cronista cree que puede haber gasolina en ese tanque. Pero requiere de una transformación total sobre la loma, sin que realmente sepamos si podrá llegar a ser tan quirúrgicamente controlado como Freddy García lo fue en su momento. Y ahora, para colmo, requiere que alguien tenga fe en él, un aspecto que luce como el mayor obstáculo en este momento para que reciba esa nueva oportunidad y postergue el tan temido adiós.

Ignacio Serrano

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