miércoles, 29 de diciembre de 2021

Juego de Estrellas de latinoamericanos, 1963





@michaelsclair

 Una semana después de que los Dodgers de Los Ángeles barrieran a los Yankees en la Serie Mundial de 1963, se juntaron varios de los mejores jugadores de béisbol para disputar un último partido en el histórico Polo Grounds, antes de que fuera demolido al año siguiente.

Los puertorriqueños Roberto Clemente, Victor Pellot “Vic Power” y Orlando “Peruchín” Cepeda, los cubanos Minnie Miñoso, Tony Oliva y Zoilo Versalles junto a los dominicanos Juan Marichal y Felipe Alou. Son algunas leyendas que se uniformaron ese día.

El estelar grupo llegó al terreno para el llamado Juego de Peloteros Latinoamericanos, pero se le conoció como el Juego de Estrellas Latino. Fue tan espectacular, que no hubiese alcanzado ni el teatro más cotizado del momento para recibirlos. Pero, en vez de haber recibido una histórica cobertura, como lo requeriría una ocasión similar, fue un evento que quedó para el olvido, con unos pocos artículos que pueden ser encontrados en internet. Tal vez consigas con más facilidad el encuentro del 18 de septiembre entre los Mets y Filis -- el último en el Polo Grounds --, pese a que aquellos equipos de los Mets apenas podrían llamarse club de “Grandes Ligas”.

Se llevó a cabo el 12 de octubre. El Juego de Estrellas recaudó fondos para los jugadores latinos retirados y para la “Federación Hispano-Americana de Béisbol”, que les otorgaba materiales a los jóvenes jugadores. Fue un verdadero lujo para la comunidad latina en Nueva York y para los amantes de béisbol en general. Los músicos Tito Puente y Tito Rodríguez junto a la cantante La Lupe, se presentaron ante 14,235 espectadores. Aunque parezca un monto pequeño, teniendo en cuenta que la capacidad del estadio era de 55,000, fue mucho mejor que los 1,752 aficionados que se presentaron para el otro juego final del Polo Grounds entre los Filis y Mets.

The Mets packing up following their final game played at the Polo Grounds.

Se llevó a cabo un Derby de Jonrones, con la Liga Americana derrotando a la Nacional 2-1, gracias a bambinazos de Power y del panameño Héctor López contra el único vuelacerca de Alou.

También se repartieron premios. Power ganó el título de “Mejor Jugador Latino”, mientras que Marichal se llevó el galardón para el lanzador y Cepeda fue el más popular.

Pero el juego no fue sólo para los aficionados – fue un evento igual de importante en cuanto al tema social. La comunidad latina de béisbol era relativamente pequeña en las Mayores para ese entonces y este juego ofrecía verlos a todos. Ellos pasaron tiempo juntos, lejos de los rigores de la temporada regular.

“Estaba feliz por haber podido estar todos juntos”, me dijo Orlando “Peruchín” Cepeda por teléfono. “Para mí, el haber podido participar y pasar tiempo juntos con tantos jugadores buenos como Roberto Clemente, Vic Power, Zoilo Versailles -- fue un gran día. La pasamos muy bien, realmente bien. Seguimos juntos después del juego”.

Claro, algunos jugadores tenían dudas. Tony Oliva, quien apenas tenía 24 años para entonces y sólo tenía 16 veces al bate de experiencia en las Mayores, no salió junto al resto del grupo. Era su primera vez en la Ciudad de Nueva York y admitió haber estado bien apenado.

“Tenía miedo de hacer algo mal”, comentó Oliva. “Era bien tímido”.

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Preview from the New York Daily News. (via Newspapers.com)

Pasado Difícil

La participación de los latinos en Grandes Ligas se remonta desde mucho antes a ese encuentro a mediados de siglo. Hay que volver a los primeros días en el béisbol.

Adrián Burgos Jr., un profesor de historia de la Universidad de Illinois, destaca esto en su exhaustiva mirada a la historia del béisbol latino en el libro "Playing America's Game: Baseball, Latinos, and the Color Line” (Jugando el Juego Americano: Béisbol, Latinos y la Línea de Color).

“Los latinos no entraron a Estados Unidos simplemente jugando como blancos o negros”, escribió. “En vez de eso, la mayoría ocupaba una posición entre los postes de blancos (inclusión) y negros (exclusión). Se manifestó primero por la racialización de Vicent Nava; un receptor español a comienzos de la década de 1880; esto en una posición racial neutra que no sólo sustentó la elevación de los blancos europeos, sino que también reveló la propia diferenciación latina de los blancos en el béisbol organizado”.

Si puedes pasar como un jugador “blanco”, entonces se te permitía la entrada a las Mayores, como lo hizo el colombiano Luis Castro en 1902 o los cubanos Rafael Almeida y Armando Marsans con los Rojos en 1911. Pero si no lo eras, entonces tenías la opción de jugar en tu país o en las Ligas Negras, hasta la llegada de Jackie Robinson en 1967, que finalmente integró a todo el béisbol. Esta historia no se cuenta muy a menudo – aunque 55 jugadores latinos llegaron a Grandes Ligas en la era de Jim Crowe -- se estima que el 10-15% de los peloteros de las Ligas Negras eran latinos; un número que alcanza los 350-500.

Cuando jugaba béisbol, no era ni blanco ni negro y los aficionados blancos me adoraban. Pero luego del juego, era otro chico más de color en la ciudad

Vic Power

Aun aquellos en los Senadores de Washington, que emplearon casi al cuarto de todos los jugadores latinos antes de 1947, enfrentaron problemas de discriminación. Incluyendo a sus propios compañeros de equipo.

“Vean la posición de los jugadores cubanos y suramericanos en los Senadores de Washington”, escribió Eddie Gant en el Chicago Defender el 25 de julio de 1942. “Han enfrentado cualquier tipo de abusos. Los lanzadores rivales han caído lo suficientemente bajo como para burlarse de ellos. En otras instancias, los jugadores de su propio equipo se han negado a estar en el mismo cuarto con ellos. En los lugares de comida y en otras ocasiones en medio de un viaje, los discriminaban”.

“Cuando jugaba béisbol, no era ni blanco ni negro y los aficionados blancos me adoraban”, dijo en una ocasión Vic Power. “Pero luego del juego, era otro chico más de color en la ciudad”.

El Salón de la Fama

Tal vez la razón principal de disputar ese juego fue establecer el Salón de la Fama Latinoamericano, con cuatro jugadores siendo exaltados en el día del partido.

Uno fue el cubano Adolfo Luque, quien ganó 194 juegos a lo largo de su carrera de 20 años con los Bravos, Rojos, Dodgers y Gigantes. En una ocasión, lideró la liga en derrotas con 23 en 1922 y al año siguiente comandó el renglón de las victorias con 27.

El otro fue el puertorriqueño Hiram Bithorn, quien sólo disputó cuatro temporadas en las Mayores y vio interrumpida su carrera al prestar servicio militar en la Segunda Guerra Mundial. Tuvo récord de 18-12 y lideró la liga con siete blanqueos – la mayor cantidad en una temporada para un lanzador boricua en la historia – antes de comenzar su servicio en 1943.

Art or Photo Credit: Coimbre, second from the left, with the 1940 New York Cubans. (NBHFM/MLB Photos)

Los puertorriqueños Francisco “Pancho” Coimbre y Pedro “Perucho” Cepeda – padre del Orlando – fueron los otros. Aunque Luque y Bithorn jugaron en las Mayores debido a su color de piel, permitiéndole cruzar la nebulosa barrera del color, Coimbre y Cepeda no pudieron.

Coimbre era una estrella en la liga de Puerto Rico antes de que Alex Pompez lo convenciera de jugar para los New York Cubans en las Ligas Negras. Y no dejó de batear, terminando con un promedio de bateo de .332 en cuatro campañas.

Y luego estuvo Cepeda; una leyenda en Puerto Rico – defendiendo todo el terreno e impresionando a los aficionados en el plato. Rechazó varias ofertas para jugar en Estados Unidos debido al racismo que tendría que enfrentar.

Orlando Cepeda, ahora de 83 años, aún recuerda la primera vez que vio jugar a su padre hace varios años. Ese día defendió la intermedia durante un partido que llegó a 18 entradas y tuvo al legendario Josh Gibson en la receptoría durante cada inning.

“Fue una sensación increíble ver a mi padre estar ahí ese día. Realmente produjo lágrimas en mis ojos”, confesó Cepeda. “Mi padre no está aquí hoy. A través de él y mi madre, yo jugué pelota. Así que, ver a mi padre siendo parte de ello, junto a otros jugadores latinos del momento. Me sentí muy orgulloso de ser el hijo de Perucho Cepeda”.

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El Diario La Prensa's poll had Clemente in the early lead for the title of most popular player, but Cepeda soon took over. Héctor López finished third with Marichal in fourth.

Puede que nunca haya habido planes de construir una edificación física, pero el honor de ser exaltado seguía siendo de gran importancia. No había jugadores latinos en el Salón de la Fama del Béisbol y no hubo ninguno hasta después del fallecimiento de Clemente. Si los votantes de la liga no rendirían homenaje a las leyendas latinoamericanas, entonces ellos mismos lo harían.

“Muchos latinos habían jugado en Grandes Ligas, pero por alguna razón no recibían reconocimiento”, comentó Cepeda. “Y así siguió. De pronto tienes una oportunidad para ver realmente quiénes son. En aquellos días era peor, porque hubo muchos jugadores latinos muy buenos que nunca jugaron [en las Mayores]. Sólo pelota invernal”.

Parte del problema se produce porque la mayoría del público beisbolero no entiende los problemas por los que pasaron estos jugadores.

“¿Cómo es que un pionero y perenne presencia en el Juego de Estrellas, como Minnie Miñoso, no está en el Salón de la Fama?”, se pregunta Burgos. “Bueno, en parte es porque no entendemos su camino, no entendemos como es un hombre sin patria luego de que se cortaran las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, y sigue tratándose de un All-Star. Cuando Orlando Cepeda dice que Miñoso fue nuestro Jackie Robinson, no está exagerando. Estamos hablando de lo significativo de lo logrado por un jugador que fue pionero y a la vez excelente”.

Es una experiencia por la que también pasó Oliva después de llegar de Cuba. Luego de que las relaciones entre la isla y Estados Unidas se congelaron, no pudo ver a su familia o jugar frente a ellos.

“Poder jugar en tu pueblo, eso es lo mejor que uno puede hacer”, dijo Oliva. “Teníamos una tremenda liga de béisbol invernal. Es tu país, donde quieres jugar y visitar y tener a tu gente viéndote. Mi familia nunca tuvo la oportunidad de verme. O los amigos que tenía en Cuba, no tenían idea de quién era Tony Oliva”."

Así que estaban solamente jugando para encontrar una voz. Estaban tratando de construir esa voz

Adrián Burgos

Un mes más tarde, Felipe Alou publicó el ensayo, “Latin American Players Need a Bill of Rights” (Jugadores Latinoamericanos necesitan una declaración de derechos), en la revista Sport Magazine, donde destacaba sus propios encuentros con los prejuicios raciales y como Major League Baseball había fallado a la hora de ocuparse de las necesidades de los peloteros latinos. Al mismo tiempo, el propietario de los Gigantes, Horace Stoneham, acababa de visitar el Caribe y declaró a Sporting News que las “islas eran más fértiles que nunca produciendo talento beisbolero”.

“Así que estaban solamente jugando para encontrar una voz”, dijo Burgos. “Estaban tratando de construir esa voz”.

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Art or Photo Credit: El Diario La Prensa predicts a National League victory.

El Juego

Con toda esa historia por detrás, todavía faltaba disputar un juego en el que participarían algunos de los grandes talentos del juego. No que no hubiera algunas complicaciones. Para aquel entonces, en ciertas posiciones no había peloteros latinos en las Grandes Ligas, así que la definición varió un poco.

Cuno Barragán – hijo de inmigrantes mexicanos – fue el receptor de la Liga Nacional a pesar de haber tomado un solo turno al bate ese año con los Cachorros. Joe Pignatano también fue parte del roster de la Liga Nacional. Sin embargo, no sólo no era latino – era un Italoamericano de Brooklyn – sino que sólo jugó en Triple-A aquel año. Pero estaba cerca y podía jugar. Así que lo metieron.

No importó que fuera para obras de caridad y que no era un Juego de Estrellas ‘real’. Cuando tú te pones el uniforme, juegas duro y tratas de ganar más duro todavía. Y eso es lo que todo el mundo hizo en aquel juego

Orlando Cepeda

Pero más allá de cualquier cosa, había mucho orgullo en juego.

“Fue histórico”, dijo Marichal en el 2013. “Había mucha emoción entre todos los jugadores y podías ver que los fanáticos también estaban emocionados”.

Cepeda añadió: “No importó que fuera para obras de caridad y que no era un Juego de Estrellas ‘real’. Cuando tú te pones el uniforme, juegas duro y tratas de ganar más duro todavía. Y eso es lo que todo el mundo hizo en aquel juego”.

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From the Palladium-Item. (via Newspapers.com)

Para el Diario La Prensa, el más prominente periódico en español por aquellos tiempos, el obvio favorito era el equipo de la Liga Nacional. Con Marichal en el montículo, el Viejo Circuito tenía una clara ventaja en el pitcheo, mientras que el lineup, con el cubano Antonio “Tony” González, Clemente y Alou tenía “a algunos de los mejores jugadores de la Liga Nacional”. La mayoría de las predicciones terminan por no cumplirse, pero esta terminó siendo cierta.

Marichal lanzó seis innings en blanco y ponchó a seis en el camino. Al McBean entró a relevarlo y lanzó otros cuatro episodios sin permitir carreras para llevarse la victoria. Y casi consigue un jonrón dentro del parque. En la sexta entrada, McBean bateó una bola hacia el jardín izquierdo y pudo quedarse tranquilo con su triple, pero intentó llegar al plato. No le salió bien el asunto.

“Había un anuncio de Listerino en el left field (al lado del letrero de 422 pies)”, le dijo McBean a SABR, “y fue hasta allá que mandé el batazo. Fue muy divertido”.

Arriba la L.N. por 5-0 cuando llegaron al tope del noveno, la Liga Americana hizo un último intento por remontar. Anotaron dos carreras contra el cubano Eduardo Bauta de los Mets, anotadas por Versailles y el también cubano Diego Seguí respondiendo. Oliva se acreditó una de las empujadas y terminó el día de 5-2 con un doble y la remolcada. Pero no fue suficiente. La Nacional se impuso 5-2.

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Art or Photo Credit: That day's box score. Image courtesy SABR.

Después del juego, los jugadores se alinearon para recibir sus cheques por participar. ¿El pago? US$175.

“Luego de que Roberto Clemente, Víctor Power y yo recogimos los pagos, nos pusimos en la fila otra vez”, le dijo Cepeda entre risas al Daily News.

Ahora

Al día siguiente, los jugadores viajaron a Miami para otro juego de exhibición, esta vez con el objetivo de recaudar dinero para la organización “Cuban Refugee Relief”. El cubano Camilo Pascual de los Mellizos tomó la pelota por la Liga Americana.

“Insisto en que esto es fascinante porque Clemente y todos estos otros muchachos estaban, de hecho, pensando en un mundo en el que podían utilizar lo que hacían como jugadores de Grandes Ligas para causar un impacto más allá de ellos mismos”, dijo Burgos. “Eso es lo que realmente se convierte en la misión de Clemente. Vivió esa misión. Ese Juego de Estrellas se convirtió en uno de los primeros esfuerzos por tratar de dejar una huella”.

Desafortunadamente, lo que en principio estaba pensado como un evento anual nunca volvió a organizarse. Los calendarios de los distintos jugadores no se podían alinear y no fue posible conseguir un estadio adecuado después de terminada la temporada. Pero fue un punto de inflexión. Los latinos pasaron del 10% de los jugadores de las Mayores en 1965 y ocho latinoamericanos fueron invitados al Juego de las Estrellas de las Grandes Ligas aquel verano.

Claro que faltaba mucho por recorrer. A Clemente lo llamaban “Bob” en sus tarjetitas de béisbol y no fue hasta 1969 que un dirigente latino fue contratado para comenzar la temporada, cuando el cubano Preston Gómez se encargó de los Padres, uno de los equipos de expansión.

Ahora, casi el 30% de los jugadores de las Grandes Ligas son latinos. Casi todos los equipos organizan homenajes a comunidades latinas y hay un esfuerzo concertado por incluir sus voces, sus opiniones, y poner el impacto que han causado en el juego en el centro del escenario.

Los equipos han mejorado en lo que al trato de los latinos respecta, además. Oliva admitió que había muchas razones para estar ansioso mientras hacía la transición a un nuevo país, embarcándose en una carrera profesional con poca ayuda del equipo y muy pocos compañeros de equipo que sabían hablar español. Pero estos días, equipos como los Mellizos ofrecen mucho más apoyo a sus jugadores jóvenes.

“Tenemos un tremendo programa en Fort Myers, Florida, donde podemos tener hasta 150 jugadores”, dijo Oliva. “Hay un complejo en el que puedes comer desayuno, almuerzo y cena. También hay una escuela donde te enseñan inglés. Así que no tienes que preocuparte de nada. Es muy conveniente”.

Todavía hay espacio para crecer y a Cepeda le encantaría que volviera este Juego de Estrellas, para que la comunidad latina se junte una vez más ayudándose unos a otros. Esa idea de una comunidad, que estuvo en exhibición en este Juego de Estrellas, sigue siendo el centro de todo.

“Me encantaría que volviera ese juego, por los fanáticos y por nosotros”, dijo Cepeda. “Tuvimos la oportunidad de pasar un tiempo juntos. Tenemos tremendos jugadores latinos que son como Pedro Martínez, Juan Marichal, Felipe Alou, grandes jugadores, pero nunca los vemos. Si jugabas pelota, tendríamos una gran oportunidad de pasar un tiempo con ellos, y a ellos les gustaría pasar un tiempo con nosotros”.

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