viernes, 23 de octubre de 2020

EL EMERGENTE. El mejor manager del mundo

 



EL EMERGENTE

Por Ignacio Serrano

Sí, es una exageración. Kevin Cash no es el mejor manager del mundo. 

Quizás pueda debatirse si es el mejor piloto del momento y seguro habrá quienes critiquen su forma de dirigir. Pero era una tentación enorme no titular así esta columna, porque el timonel de los Rays es, después de todo, uno de los estrategas más innovadores y exitosos de su generación, un técnico revolucionario, en la mejor acepción del término. Alguien capaz de romper paradigmas, para bien.

Primero lo primero: es un ganador. El mérito puede atribuirse también a un grupo de buenos peloteros o a la brillante gerencia de Tampa Bay, que a su vez ha exportado sus cerebros y sus métodos a otras organizaciones (Dodgers, Medias Rojas y Astros son manejados actualmente por ejecutivos formados en la bahía floridana). Pero hay un hecho, y es que sus equipos han logrado récord positivo repetidamente, en 2018, 2019 y ahora 2020.

Los acuáticos, incluso, lograron la mejor marca de la Liga Americana este año. Y allí están, peleando la Serie Mundial.

Todo eso lo ha conseguido Cash a pesar de conducir un roster con muy poca experiencia. Ya se sabe, los 28 millones de dólares pagados en salarios a sus jugadores en este campeonato le dieron el vigésimo octavo lugar en la MLB, muy lejos de los primeros puestos. En comparación, el presupuesto de su divisa es una quinta parte del presupuesto de Los Ángeles, su rival en el Clásico de Otoño.

Ganar es todo. No importan los métodos, sino ganar, siempre que sea limpiamente. Si el manager se llama Pompeyo Davalillo, Earl Weaver o Buddy Bailey es lo de menos. Los seguidores de un club quieren celebrar en el último juego de cada temporada. Y Cash tiene .522 de porcentaje de triunfos en seis justas, a pesar de manejar uno de los elencos más modestos del beisbol.


Eso lo ha hecho, además, mientras iba administrando una nómina con muchos jóvenes y varios recién llegados a través de cambios y firmas pergeñados de forma preclara por la oficina.

Y lo ha hecho con un enfoque inteligente, asertivo, a veces rozando lo genial, beisbolísticamente hablando.

Cash inventó la figura del "opener" hace un par de campeonatos, en parte por deducción y en parte por necesidad. No tenía cinco buenos abridores claros, cinco hombres a quienes poner desde el comienzo sin dudarlo. Así que, analizando ese punto con el departamento de estadísticas y la gerencia del equipo, dio a la luz la figura que a algunos no ha gustado mucho, pero que otros han adoptado ya.

¿Por qué el opener? Valdrá la pena otra columna, para ampliar. Pero, en resumen, es por esto: hay pichers que lanzan horrible en el primer inning y luego enderezan, toda la vida ha sido así; hay otros que, por estar dando sus primeros pasos, es bueno ir introduciendo a la guerra con mano izquierda, poco a poco.

Que algunos monticulistas sufran en el primer acto tiene lógica. Es el único momento del juego en que está garantizado que lo mejor de lo mejor del lineup rival irá al plato, a batear. Eso no importa si eres Justin Verlander. Pero si eres un novato recién subido, que ni siquiera tiene estatus de prospecto legítimo, la historia es otra. Ha sido siempre así y todos lo sabemos.

Cash también lo sabe. Por eso, si el abridor en turno es Blake Snell, Tyler Glasnow o Charlie Morton, que tienen el recorrido y las herramientas, ellos van desde el inicio. A Yonny Chirinos y a Ryan Yarbrough les usó durante mucho tiempo a partir del segundo pasaje, porque son parte del futuro y quería construir con ellos una verdadera rotación, a partir de 2020 (la lesión de Chirinos en parte arruinó ese proyecto).



La idea es que un abridor con herramientas de setup o cerrador vea a los mejores bateadores de la novena contraria en el primer acto, y que estos deban luego enfrentar pitcheos y mecánicas diferentes en su segundo turno, lo que añade una desventaja a los contrincantes. Entonces, el relevista largo, que es un futuro abridor de esa divisa, puede ir cuatro o cinco entradas con menos presión, antes de dar la pelota a los demás bomberos.

Weaver algo parecido con los Orioles en los años 60 y 70. Sus talentosos abridores trabajaron casi todos como relevistas, primero, para introducirlos poco a poco a la presión de lanzar en las Grandes Ligas. Él lo hacía utilizando el formato tradicional, el de entonces, Cash solo ha buscado un filón adicional, rediseñar el método, para poner en problemas al lineup contrario.

Porque es un hecho que enfrentar serpentineros diferentes en cada turno, con movimientos distintos y rectas que explotan todas a 95 millas por hora o más es un hándicap en contra de los bateadores. Ya lo sabemos.


Lo mismo ha hecho Cash con la defensiva. Joe Maddon hizo que los Rays fueran el equipo que más veces aplicaba el shift y su heredero ha ido más allá. El beisbol moderno recrea un poco el de los años 20 y 30, cuando todos buscaban dar jonrones. Ante la tendencia a halar los pitcheos está el ajuste defensivo de los infielders, usado al extremo. Quien no busque darle hacia la banda contraria morirá las más veces en manos de infielders bien ubicados.

Pero Cash ha ido un paso más allá, porque la tendencia es a hacer swing de abajo hacia arriba, levantando la bola. Por eso ha metido a uno de sus jugadores del cuadro en el outfield, para jugar a veces con cuatro jardineros, algo que otros han empezado a imitar.

Es algo poético, beisbolísticamente hablando. Si el bateador es Miguel Cabrera, sabrá irse a la banda contraria y burlar el shift. Si no, caerá en las redes de un adversario más inteligente, que explota las tendencias del contrario.

Es el verdadero ajedrez, lo mejor de este deporte llevado a la práctica. La inteligencia aplicada al extremo para superar al contrincante. Si Pompeyo dirigiera hoy, sería como Cash. O quizás sería el propio Cash quien estaría aprendiendo nuevos trucos de Pompeyo. 

Por supuesto que para esto se necesita tener a los hombres que se adecúen a la exigencia. Y parte de esa tarea es formarlos.


Cash tiene años usando a todos sus relevistas en diferentes situaciones de juego. En 2020 ha empleado a 13 apagafuegos distintos para salvar encuentros, y eso no incluye a José Alvarado, que fue cerrador eventual entre 2017 y 2019.

Fue acostumbrando a los suyos a seguir el libreto, a creer en su filosofía, a manejar cada situación. Mejor todavía, los entrenó para tener el adiestramiento necesario para cumplir en cada rol. 

¿Por qué se debe morir con un único cerrador, cuando se puede tener a siete, diez relevistas capaces de dominar los nervios y tirar el noveno inning? ¿No es eso lo ideal? ¿Por qué sería mejor depender de un único hombre al cierre, y ganar o morir con él? ¿Cuántos Marianos Riveras han existido? ¿Cuántos cerrojos falibles hay?

Cash, y la gerencia de los Rays, y el nuevo análisis en general, creen que ganar justifica y explica todo. Por eso, como Napoléon hace dos siglos o Alejandro hace más de dos milenios, emplea métodos sorprendentes al lanzarse a la batalla. Y los resultados están allí.

Ganar es lo único que importa, si quieres llegar ser el mejor manager del mundo.

Ignacio Serrano

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