HISTORIAS DEL DIAMANTE
Por Joaquín Villamizar Baptista
Antes de comenzar, debo aclarar que han existido otros varios lesionados también por bolazos y algunos obligados a retirarse. Miles de pelotas en rectas a 90 millas por hora han pasado, pasan y seguirán pasando muy cerca de las cabezas de los bigleaguers.
Algunas han hecho blanco. Por ejemplo, aquella lanzada por Rogers Clemens en un juego interligas en Shea Stadium, la cual produjo un sonido terrible al estrellarse contra el casco de Mike Piazza, gracias a Dios sin consecuencias. Pero, ante casos como este, uno recuerda indefectiblemente dos nombres: Carl Mays y Ray Chapman.
En 2020 se cumplieron 100 años de la única muerte en la Gran Carpa como consecuencia directa de un bolazo. Amigos, aquella tragedia comenzó durante la calurosa tarde del lunes 16 de agosto de 1920, en Polo Grounds. Era el parque de Manhattan que compartían Yankees y Gigantes, ya que aún faltaban tres años para que fuera inaugurado el Yankee Stadium.
Mays, con 26 años de edad, pitcher abridor, derecho de los Yanquis, quien lanzaba por debajo del brazo, enfrentaba a Chapman, el shorstop de los Indios de Cleveland, de 29 años, bateador derecho y primero al bate en ese fatídico quinto inning. Estaba sin hits en un turno.
Decían que Chapman solía acercarse mucho al home plate, lo que incomoda los pitchers. Aún no se usaban cascos, inaugurados por Ralph Kinner en la Liga Nacional y Phil Rizzuto en la Americana en 1947... ¡27 años después!
En aquel momento ganaban los Indios 3-0, y la cuenta llegó a 1-1. Hay que aclarar también que a Mays le gustaba mover la bola con ayud de saliva y vaselina (lo que estaba permitido en esa época).
El lanzamiento siguiente, el tercero en el fatídico turno, se estrelló contra la cabeza de Chapman, quien cayó al lado del home.
Mays, sin percatarse del hecho, tomó el rolincito y lanzó lanzó a primera y solo entonces se dio cuenta de lo ocurrido. A Chapman, le manaba sangre por los oídos (signo revelador de fractura de cráneo). El umpire, Tom Connoly gritó que llamaran a un médico (aún no lo tenían bajo contrato, como hoy día).
Jugadores de ambos clubes rodearon a Chapman. Con ayuda logró incorporarse y caminar rumbo al clubhouse, al cual había que ir atravesando el terreno hacia el centerfield.
“Infórmenle a Kate que estoy bien”, balbuceó en referencia a su esposa. "Por favor, denle mi sortija, y díganle que la quiero mucho”.
El trainer le guardaba un anillo con brillantes, regalo de su esposa Kathleen Daly, que le había despedido la noche anterior en la estación del tren en Cleveland, y quien esperaba su primer hijo.
Chapman, en su novena temporada de Grandes Ligas, había planificado retirarse después de ese año, aún cuando estaba en plenitud de condiciones físicas.
“Es que ya no quiero más estas separaciones de mi esposa”, solía explicar a sus amigos, “voy a dedicarme a ella, a nuestro hijo y a los negocios en Cleveland”.
Le colocaron la sortija en el dedo anular izquierdo, según la costumbre de los casados en Estados Unidos. Entonces trató de sonreír y se desmayó. Lo llevaron en camilla hasta la ambulancia... pero ya no recuperó más el conocimiento.
En el St. Lawrence Hospital los rayos X revelaron una fractura en el parietal izquierdo con 9 centímetros de largo. En la madrugada del martes 17, a las 12:29 de la madrugada, comenzaron la intervención quirúrgica, durante la cual removieron un fragmento óseo de unos cuantos centímetros.
El cerebro había sufrido graves lesiones. Localizaron coágulos de sangre en gran cantidad. La labor quirúrgica concluyó a la 1:44am. El paciente respiró mejor, por lo que sus compañeros de equipo, que habían permanecido en vigilia, regresaron al hotel, confiados en que lo peor había pasado. Sin embargo, cuando horas después se levantaron, supieron que Ray había muerto a las 4:41 am.
“No creo que Mays le tirara deliberadamente a Chappie”, dijo más tarde el mánager-jugador del Cleveland para la fecha, Tris Speaker. “El tuvo tiempo de apartarse, pero nunca se movió”.
Mays, quien ganó ese año 26 juegos y 27 más en el siguiente, tenía fama de lanzarle muy cerca a los bateadores. En 15 temporadas, durante las cuales vistió cuatro uniformes, terminó con registro de 208-126 y efectividad de 2.92.
Después de ese lunes de agosto de 1920, y durante el resto de su vida (murió en Oregon, el 4 de abril de 1971), siempre afirmó no haber intentado golpear a Ray, y que la muerte pudo haber sido porque no lo inmovilizaron después del golpe, sino que lo hicieron caminar.
Los Indios ganaron ese juego de tragedia 4-3 y llamaron al día siguiente de las Menores a Joe Sewell para que se ocupara de esa posición con el equipo.
Jugando todos en memoria y en homenaje a Chapman, los Indios ganaron el campeonato y la Serie Mundial a los Dodgers de Brooklyn, ese año de 1920.
A la viuda de Chapman le entregaron 3.986 dólares con 31 centavos, lo que le correspondía a su esposo como parte del equipo campeón.
La noticia de aquella tragedia fue publicada por el diario The Cleveland News, con titular a ocho columnas en la primera página: “Chapman murió golpeado por una pelota... ¡los jugadores exigen que se vaya Mays de las Mayores! La operación para salvarle la vida al indio, falló! Exonerado Mays, cuyo lanzamiento lesionó al estelar shorstop. El Martes traerán el cadáver a Cleveland. Las banderas a media asta”.
La primera parte del artículo del periodista, Frank O’Neill, en el mismo diario, el 17 de agosto, decía: “Raymond Chapman, shortstop de los Indios de Cleveland, murió a las 4:41 esta mañana en el Hospital St. Lawrence. Sufrió fractura en la base del cráneo, causada por una pelota lanzada por Carl Mays, pitcher de los Yanquis de Nueva York, durante el juego de ayer tarde en el Polo Grounds. El coronel Jacob Rupert, Presidente de los Yanquis, al enterarse de la muerte de Chapman, comunicó inmediatamente que no se celebraría hoy el juego fijado entre Indios y Yanquis. Como consecuencia de la muerte de Chapman, Tris Speaker, mánager de los Indios y compañero de habitación del shortstop fallecido durante los viajes, cayó enfermo. El Fiscal del Distrito, dijo hoy que no se contempla investigar el incidente de ayer. Sin embargo, sí comenzó una formal investigación policial cuando enviaron a un detective a interrogar al lanzador, Mays”.
Al final, Mays fue encontrado inocente por la policía.
Tengo que agregar que a partir de ese incidente se prohibió la bola de saliva. Sólo la utilizarían los que ya la usaban (incluyendo a Mays), finalizando así la época de la “bola muerta” y la llegada de las grandes campañas jonroneras.
En las Grandes Ligas ningún otro jugador ha fallecido en tales circunstancias, a pesar que sí han existido graves accidentes, como el de Tony Conigliaro o el de Dickie Thon. Ellos dos jamás pudieron jugar como antes de recibir bolazos en la cara, aún cuando fueron golpeados con el casco protector puesto. Es historia, amigos.
Joaquín Villamizar Baptista
Fuentes: Las Mejores Anécdotas del Beisbol, por Juan Vené. Bill Felber: 125 years of Professional Baseball. The Cleveland News, agosto 17, 1920, artículo por Frank O’Neill. Cinco Mil Años de Beisbol, por Juan Vené.
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