Por: Edgardo Rodríguez Juliá
Especial El Nuevo Día
Especial El Nuevo Día
Fue una tarde dominguera, en horas en que el sol mata la misma tarde y anuncia de a poquito la llegada de la noche, que Pepe Lucas vivió para Santurce su gran momento de gloria. Fue una gesta que lo inmortalizó... Vídeo: Reviva los momentos de gloria.
En el pequeño parque al lado del mar, abarrotado a capacidad, con asistencia récord de 16,713 fanáticos, se jugaba el domingo 18 de febrero de 1951 el partido final de la Serie de Campeonato entre los Cangrejeros de Santurce y los Criollos de Caguas.
El juego estaba empate en la novena entrada. Entonces, anterior al jonrón decisivo de Bobby Thomson en el otoño del mismo año, para ganarle a los Gigantes de Nueva York el campeonato de la Liga Nacional, fue y resonó aquel batazo, después de dos outs, ese peculiar sonido de la madera que anticipa el arco de la bola dibujándose en el aire salitroso del Sixto Escobar, el vuelacercas más notorio en la historia de nuestro béisbol.
El lanzador perdedor del Caguas, Mike Clark, más por rabia que por despecho, lanzó su guante hacia el techo del Sixto Escobar. Había perdido el juego tres carreras por dos.
Mientras el primera base dominicano José St. Clair, alias Pepe Lucas, corría las bases con algo de susto, la algarabía de la fanaticada cangrejera era una euforia que anticiparía todas las venideras, los fanáticos se lanzaban al terreno de juego y Santurce ganaba su primer campeonato de la Liga de Béisbol Profesional, iniciando una larga dinastía de equipos ganadores.
Fue época de grandes peloteros dominicanos que jugaron en Puerto Rico. Comparando a Tetelo Vargas, el guardabosque izquierdo de los Criollos de Caguas, con el gran Pancho Coímbre, diría Rafael Pont Flores: "Es como Tetelo Vargas. Y tan diferente a él. Ambos le han hecho burlas al Padre Tiempo, tirándole de sus luengas barbas… Si esta columna se lanzara al terreno de juego, Coímbre la tomaría en broma y Tetelo en serio".
Eran los años en que los peloteros jugaban pasada la medianía de edad. El gran lanzador zurdo Diómedes Olivo, alias Guayubín, debutó en Grandes Ligas con el Pittsburgh rebasada la cuarentena.
Pero fue el todavía juvenil Pepe Lucas quien quedaría para siempre en la memoria de la fanaticada; aquél fue su efímero momento de gloria, justo en una tarde singular y ya avecinándose el crepúsculo; porque el receptor del equipo de Caguas que perdió aquel campeonato fue su hermano Güi Güi Lucas, y dejada sobre el terreno de juego, con la llamada carabina al hombro, la celosa fanaticada de Caguas la verdad que habló demás, imaginando conspiraciones entre hermanos, entre bateador y receptor, robo o manejo de las señales, rabietas de las ganas frustradas.
Santurce viajaría a Caracas con un trabuco que incluyó a Bob Thurman, Willard Brown, Junior Gilliam, George Crowe. Regresaría campeón de la Serie del Caribe al primer recibimiento, verdaderamente apoteósico, de nuestra historia beisbolera.
Aunque irónicamente fuera Rodríguez Olmo, el pelotero-dirigente de los Criollos de Caguas, el equipo que se vistió, pero no fue a Caracas, el héroe indiscutible de aquella Serie, bateando como refuerzo de los Cangrejeros tres jonrones, dos en un mismo juego contra Cuba. José "Pantalones" Santiago ganó dos juegos en lo que sería el primer campeonato del Caribe para Puerto Rico.
Los Cangrejeros fueron recibidos como héroes de una jornada caribeña que comenzó con el jonrón del dominicano Pepe Lucas y concluyó con la humillación del equipo campeón cubano, los Leones de La Habana.
En el pequeño parque al lado del mar, abarrotado a capacidad, con asistencia récord de 16,713 fanáticos, se jugaba el domingo 18 de febrero de 1951 el partido final de la Serie de Campeonato entre los Cangrejeros de Santurce y los Criollos de Caguas.
El juego estaba empate en la novena entrada. Entonces, anterior al jonrón decisivo de Bobby Thomson en el otoño del mismo año, para ganarle a los Gigantes de Nueva York el campeonato de la Liga Nacional, fue y resonó aquel batazo, después de dos outs, ese peculiar sonido de la madera que anticipa el arco de la bola dibujándose en el aire salitroso del Sixto Escobar, el vuelacercas más notorio en la historia de nuestro béisbol.
El lanzador perdedor del Caguas, Mike Clark, más por rabia que por despecho, lanzó su guante hacia el techo del Sixto Escobar. Había perdido el juego tres carreras por dos.
Mientras el primera base dominicano José St. Clair, alias Pepe Lucas, corría las bases con algo de susto, la algarabía de la fanaticada cangrejera era una euforia que anticiparía todas las venideras, los fanáticos se lanzaban al terreno de juego y Santurce ganaba su primer campeonato de la Liga de Béisbol Profesional, iniciando una larga dinastía de equipos ganadores.
Fue época de grandes peloteros dominicanos que jugaron en Puerto Rico. Comparando a Tetelo Vargas, el guardabosque izquierdo de los Criollos de Caguas, con el gran Pancho Coímbre, diría Rafael Pont Flores: "Es como Tetelo Vargas. Y tan diferente a él. Ambos le han hecho burlas al Padre Tiempo, tirándole de sus luengas barbas… Si esta columna se lanzara al terreno de juego, Coímbre la tomaría en broma y Tetelo en serio".
Eran los años en que los peloteros jugaban pasada la medianía de edad. El gran lanzador zurdo Diómedes Olivo, alias Guayubín, debutó en Grandes Ligas con el Pittsburgh rebasada la cuarentena.
Pero fue el todavía juvenil Pepe Lucas quien quedaría para siempre en la memoria de la fanaticada; aquél fue su efímero momento de gloria, justo en una tarde singular y ya avecinándose el crepúsculo; porque el receptor del equipo de Caguas que perdió aquel campeonato fue su hermano Güi Güi Lucas, y dejada sobre el terreno de juego, con la llamada carabina al hombro, la celosa fanaticada de Caguas la verdad que habló demás, imaginando conspiraciones entre hermanos, entre bateador y receptor, robo o manejo de las señales, rabietas de las ganas frustradas.
Santurce viajaría a Caracas con un trabuco que incluyó a Bob Thurman, Willard Brown, Junior Gilliam, George Crowe. Regresaría campeón de la Serie del Caribe al primer recibimiento, verdaderamente apoteósico, de nuestra historia beisbolera.
Aunque irónicamente fuera Rodríguez Olmo, el pelotero-dirigente de los Criollos de Caguas, el equipo que se vistió, pero no fue a Caracas, el héroe indiscutible de aquella Serie, bateando como refuerzo de los Cangrejeros tres jonrones, dos en un mismo juego contra Cuba. José "Pantalones" Santiago ganó dos juegos en lo que sería el primer campeonato del Caribe para Puerto Rico.
Los Cangrejeros fueron recibidos como héroes de una jornada caribeña que comenzó con el jonrón del dominicano Pepe Lucas y concluyó con la humillación del equipo campeón cubano, los Leones de La Habana.
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