Trillo (derecha) junto a Pete Rose, Mike Schmidt y Larry Bowa, el infield de los Filis campeones en 1980 |
EL EMERGENTE
Por Ignacio Serrano
Fue el mejor segunda base del mundo y los venezolanos tuvimos la fortuna de verlo jugar en nuestros estadios, de saberlo parte de una generación privilegiada que abrió brecha en las Grandes Ligas.
Nacido Jesús Manuel Marcano, el deporte le conoció como Manny Trillo, reduciéndole al sobrenombre americanizado y al apellido materno. Así pasaría a la historia y a los libros de récords, donde llegó a tener, por cierto, varios renglones en exclusividad.
Contaba solo 22 años de edad cuando los Atléticos lo llamaron a las Gran Carpa. Aquello era una hazaña en la Venezuela de entonces, que tenía tan pocos bigleaguers por campaña como dedos se tienen en una mano.
Oakland estaba en plena construcción de una dinastía, con su talentoso equipo de bigotones. Y muy pronto, el novato se vio envuelto en una polémica por su talento. Por haber sido subido en septiembre, necesitaba de una autorización del rival para poder estar en la nómina de los playoffs. Los Orioles dieron su aprobación para la Serie de Campeonato, pero los Mets no, lo que le cerró las puertas de la Serie Mundial. Décadas después, el Kid Rodríguez seguiría sus pasos al disputar una postemporada a pesar de debutar en las Mayores después de la expansión de los rosters.
Charlie Finley, propietario del club californiano, intentó forzar la barra en pleno Clásico de Otoño. Tras la negativa de los neoyorquinos, Mike Andrews cometió dos errores que precipitaron la derrota de los A’s en el segundo encuentro de la refriega y eso causó la ira de Finley. El ejecutivo adujo al día siguiente una supuesta lesión de Andrews para sustituirlo por Trillo, pero los metropolitanos protestaron. Al final, el comisionado Bowie Kuhn intervino y el monaguense tuvo que ver la acción desde lejos.
No pasaría mucho tiempo para que comenzara la verdadera historia de uno de los mejores grandeligas que ha tenido la expedición criolla en la MLB, nuestro primer intermedista realmente estelar, si apartamos a un César Tovar que, como sabemos, se paseó por muchas posiciones más.
El esplendor de Trillo comenzaría en 1975, al ser cambiado a los Cachorros de Chicago y recibir la adulterina en posesión. Fue el tercer recluta más votado en la escogencia del Novato del Año, formó una estupenda llave de dobleplays con el puertorriqueño Iván De Jesús y asistió en 1977 al Juego de Estrellas por primera vez.
Ya para entonces era un gusto verle al campo. Tenía un estilo único, que aprovechaba la potencia casi sin igual de su brazo derecho. Cuando tomaba un roletazo, era común verle cómo sacaba la bola del guante, le daba un vistazo con despreocupación, como si fuera a decirle algo, y soltaba luego un trallazo a la inicial, con perfecta puntería. Al principio, observarle hacer aquello podía causar cierto desasosiego. La costumbre permitía disfrutar luego de su desparpajo, como un divertido alarde.
Los corredores sabían de qué se trataba. Era raro que intentaran molestarle en una jugada de doble matanza. Él hacía su disparo por el lado del brazo, hubiera o no hubiera alguien en la ruta. Y lo hacía a propósito, para cuidarse. Al obligar a los adversarios a deslizarse antes de tiempo, evitaba ser arrollado y consolidaba su reputación de fino y calculador defensor.
Fueron 17 campeonatos viendo a Trillo a través de las páginas de los periódicos y del programa Lo Mejor de la Semana, que Juan Vené conducía estupendamente en español. La televisión venezolana apenas transmitía un encuentro los domingos, generalmente un choque del día anterior, en diferido. En la LVBP disputó 19 torneos con los Leones del Caracas y las Águilas del Zulia, sin contar el hiato marcado por los “Tibuleones” en 1975. Pero aunque fue un privilegio tenerlo delante de nuestros ojos, lo mejor llegaba por los teletipos. Especialmente en esos años en que defendió a los Filis y fue pieza importante en la conquista, en 1980, de una Serie Mundial.
Dentro de cinco meses se llevará a cabo el último homenaje que Filadelfia le rendirá por haber cumplido su papel con excelencia durante casi un lustro. Un año después de la exaltación de Bob Abreu, su placa colgará al lado de la que tiene su compatriota en el muro de la fama del Citizens Bank Park.
Con ese uniforme, en 1982, impuso un récord de 89 juegos consecutivos sin error para un camarero de la MLB. Llegó a sumar 479 chances corridos sin fallar, otra marca absoluta en las Grandes Ligas para su posición. Sí, después de él llegaron Ryne Sandberg y Plácido Polanco, para quedarse con los registros que alguna vez le pertenecieron. Pero antes de ellos, Trillo fue la gran estrella de la adulterina. El mejor segunda base del mundo. Y por ello, el 8 de agosto, con gran justicia, volverá a escuchar una ovación en la Ciudad de la Libertad.
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Columna publicada en ElNacional.com, el lunes 9 de marzo de 2019.
Ignacio Serrano
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