miércoles, 11 de marzo de 2020

“El Rey David nos visita en nuestras residencias, durante el Spring Training”

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Por Héctor Artiles, El Pelotero cronista de beisbol.
La segunda semana de aquel azaroso “Springn Training”, recibimos una sorpresiva, pero agradable visita.
David Concepciòn, el nùmero 13 de La Gran Maquinaria Roja, hace un paréntesis en su descanso y nos regala una visita solidaria.
Todo un regalo, para los únicos venezolanos en el campo de entrenamiento de “Redsland” y los estudiantes de la universidad, donde somos inquilinos y compañeros.
Desoto Hall, es el nombre de la acogedora residencia de La Universidad del Sur de Florida.
Alli estaremos por espacio de un mes, a menos que nuestro desempeño, nos envìe a otro destino.
Al aparecerse David en el loby de la residencia, se arma un alboroto, como si se tratase de un cantante de rock.
Lo que habla muy bien, de la altísima popularidad, de quien iba a ser, el campo corto de la Maquinaria Roja, en los próximos 18 años.
Firma autógrafos de una manera atropellada, saluda y se abre paso para llegar a nuestra habitación, ubicada en un piso alto del edificio, sabiendo que debe recogerse temprano, para poder cumplir a cabalidad con el trabajo diario de una estrella del deporte.
Nos sorprende a Rodriguez y a mì, el clásico toque de una puerta, abrimos con cautela y se nos presenta la inconfundible sonrisa del Rey David,
con su metro ochenta y ocho centímetros.
El, entendiendo nuestra sorpresa, nos explica que el motivo de su visita no es otro que saludar a unos paisanos.
Para saber còmo se encuentran y si necesitamos algo con lo que pueda ayudarnos.
Gesto que agradecemos, cuando David, se despide y es escoltado por nosotros hasta la entrada de la residencia.
Allì aprovechamos y conocemos a Dilia su distinguida Señora, a quien también agradecemos el gesto del càlido encuentro.
David aborda su Charger 440 del año y desaparece de la escena igual como llegó.
Quedamos nuevamente nosotros en la azarosa realidad de nuestras obligaciones.
La mañana siguiente, otros miembros de La Big Red Machine, nos visitan en “Redsland”.
En esta oportunidad, atendiendo una invitación del Cheef Bender, El Gran Jefe de Operaciones de Los Rojos de Cincinnati.
Están entre nosotros, “El Garfio”, Sparky Anderson,
La yunta de David, Joe Morgan y el recién llegado escopetero zurdo Don Gullet, este último, procedente de Los Mellizos de Minnesota en un cambalache de invierno.
Le ceden la palabra al recièn adquirido Gullet y este conversa, sobre lo agradable de la acogida de sus nuevos compañeros de profesión y de sus deseos de no defraudar la confianza que la organización ha depositado en èl.
Morgan, habla de la intensidad que debe guiar a un jugador de nuestros tiempos, la sagacidad, inteligencia y compañerismo que debe reinar en un conjunto de beisbol, para poder alcanzar las metas trazadas, sin olvidar, el necesario coraje y responsabilidad que implica, el desempeño profesional, en lo que al fin y al cabo es un juego.
Sparky toma la palabra y enfoca su charla en la importancia del deporte en la sociedad.
Hace énfasis en el comportamiento que deben observar los jugadores, dentro y fuera del terreno.
Somos observados en todo momento y casi siempre, se exalta como noticia, cuando un jugador comete una falla en sus momentos de privacidad.
Nos enfatiza que nos debemos al pùblico y que ellos son, quienes pagan nuestro sueldo y por ello, debemos ser amables y atentos.
No importando el estado de ànimo, ni tus problemas.
El pùblico quiere conversar contigo, tu autógrafo, una foto, etc.
Sparky cierra su dialogo con dos perlas.
La primera es que debemos ser cuidadosos al vestir, siempre impecables, con buenos modales, para borrar esa mala fama, que los deportistas son toscos y desagradables.
La segunda, nunca vayan a pelear contra un lanzador que te golpeo, armado del bate.
Es una inmensa prueba de cobardía, que habla muy mal de ti como individuo.
Sparky, un caballero ejemplar, de agradable sonrisa, demostrò que su asiento en el Hall de La Fama, se lo ganó, no fuè un regalo.
La ùltima semana de campo de entrenamiento primaveral, me llaman a la oficina para firmar un nuevo contrato.
Con aumento de sueldo y asignación al equipo Tampa Clase “A”.
La sede será el vetusto Al Lòpez Field, escenario de las hazañas de los colegas que nos precedieron.
Pete Rose, Jhonny Bech y David; Vistieron la misma casaca que me pondrè yo dentro de dos semanas cuando comience el campeonato.
Ellos usaron el 14, el 5 y el 13. A mì me asignaron el 16.
Antes de partir el equipo “AA”, programan contra nosotros un juego de exhibición.
Aprovechando que el equipo grande esta de gira.
Me elige el manager Russ Nixon, para ser el abridor de esa noche.
Un verdadero bautizo de fuego.
Abrir contra el equipo “AA”.
Lanzo tres inning de forma impecable, que me reafirman en mi ascenso a la categoría superior.
Años después, en la lejana Caracas, caigo en cuenta que entre los jugadores dominados por mì en aquel juego de exhibición, fueron tres integrantes de la Maquina Roja de la década de los setenta. Dan Driessen, Ed Ambrister y un tal Ken Griffey senior, “El Rayo”.
Dècada de los 90, busco unos zapatos para mi hija Valentina.
En el Centro Comercial Parque Aragua, decido la compra del calzado escolar.
El Rey David, se presenta en el local, solicita unos zapatos.
El empleado atiende a David y al momento de pagar, le advierto que tenga cuidado con el cheque que le està emitiendo el cliente de metro ochenta.
Verifique que tenga fondos le aconsejo.
Momento que aprovecho para dirigirme a un Concepciòn asombrado por mi atrevimiento.
Quien eres, de inmediato le recuerdo, su visita en Tampa, hace veinte años.
Ese dìa compro una pelota en un local de artículos deportivo y le pido a David su autógrafo.
La pelota además de regalo para mi sobrino Yoshua, sirve para reafirmar el nexo ídolo-fanático.
La máxima de Sparky aquella mañana en Tampa. “Regala tu simpatía a los fanàticos, ellos pagan tu sueldo”.
HAM/2020

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