sábado, 19 de diciembre de 2020

EL EMERGENTE. ¿Despedir al manager o despedir al equipo entero?

 



EL EMERGENTE

Por Ignacio Serrano

Ocurre siempre. No importa el conocimiento de un manager o su buen corazón, su calidad humana o peloteril. Los equipos en crisis rompen la cuerda que les ata a sus pilotos, cuando la tabla de posiciones aprieta y la meta empieza a verse lejos. Gustavo Molina no es el primer caso ni será el último.

Pero Molina, ¿era realmente culpable del récord de los Tiburones en la División Central?


Podría decirse que sí, a pesar del piélago de desdichas que le ha tocado sufrir a La Guaira. Después de todo, él estaba al mando y era su nombre el que firmaba las victorias (pocas) y las derrotas (muchas).

Este miércoles fue dado de baja, lo que resulta descorazonador. Nadie quiere empezar su carrera como estratega de esa manera. Hace no mucho le pasó a Ramón Hernández con los Tigres, y desde entonces no ha vuelto a conseguir una oportunidad para dirigir, a pesar de que es un hombre de beisbol con carácter y profundos conocimientos. Su única experiencia como timonel es una mala carta de presentación, por injusto que eso sea.

Molina, como Hernández, es joven y pareciera tener la data suficiente para emprender un buen recorrido en tan ingrato oficio. Pero ya se sabe, es preferible salir del técnico que del roster entero.


La Guaira intentó hacer eso último durante el receso entre campañas. La justa 2019-2020, la primera del actual equipo gerencial, resultó exitosa, pero también problemática. La divisa litoralense lideró la ronda eliminatoria y avanzó hasta la semifinal. Parecía una primera siembra. Pero las protestas de varios peloteros contra el entonces manager Renny Osuna, algunas calladas, otras inocultables, terminaron en el lamentable juego de eliminación en Puerto La Cruz.

Osuna no regresaría, pero tampoco los jugadores disgustados. Los que no fueron cambiados fueron dejados en libertad antes de empezar este torneo, luego de ser ofrecidos a otras novenas. El doble objetivo era desarrollar una nueva y competitiva generación, tanto como fortalecer la mentalidad del roster yendo de abajo hacia arriba.

Luego vinieron las Siete Plagas. ¿O fueron más? Una docena de peloteros quedaron fuera por el protocolo de salud antes del Día Inaugural. El bullpen quedó devastado. La alineación empezó sin bates de experiencia. Hubo que contratar pitchers y catchers a la carrera, buscando entre jugadores sin contrato en las Menores y en la LVBP. Durante un lapso amenazante, solo había a bordo un receptor.

¿Recuerdan las anécdotas de Don Mattingly y Francisco Cervelli con los Marlins, conociendo a lanzadores que acababan de ser firmados por Miami para atender la emergencia causada por la pandemia? Algo así pasó con los Tiburones.



Y luego vino el segundo brote, con otra docena de afectados, incluyendo parte del cuerpo técnico y al propio Molina. 

Cuando ya parecían armar un equipo competitivo, con la llegada de Teodoro y Cafecito Martínez, Daniel Mayora, Juan Apodaca y Danry Vásquez, ocurrió la nueva debacle. Dos barridas en sendas carteleras dobles ante Magallanes y Lara precipitaron la decisión. Con récord de 4-13, el riesgo de eliminación quedaba muy cerca.

¿Solo mala suerte? No. No fue solo mala suerte. Hubo episodios como el que quizás marcó el destino del ex careta, el último de ellos, contra Cardenales, cuando salió a conversar con su cerrador Gregory Infante, creyendo que todavía le quedaban entradas al montículo, y se vio obligado a llevarse al cerrojo, dando pie a la remontada y victoria de los pájaros rojos.


Ya no importa. A Molina le tocó pagar sus deudas y lo que aquellos otros adeudaban. No es la primera vez que eso pasa en el beisbol ni será la última.

Pero el momento plantea un falso dilema a los escualos. Pueden jugar para 15-6 a partir de este sábado y cerrar con .500, con algún chance de forzar un desempate. Es cuesta arriba, pero no imposible. El problema es que cada fracaso se magnifica cuando se trata de los litoralenses. Es demasiado tiempo sin ganar.

La presión multiplicada por la frustración y la impaciencia ha hecho que los anteriores procesos fueran cortados sin que se les diera el tiempo de dar frutos. Pasó así con el plan diseñado por Carlos Subero, peor todavía con el de Buddy Bailey y luego con el de Luis Blasini, aunque este último caso ciertamente fuera diferente a los anteriores.


El panorama es oscuro. En esta temporada es mucho más difícil clasificar, porque solamente avanzarán los dos mejores de cada división. Es posible que un equipo bien armado se quede fuera. Allí están Magallanes, Lara y Margarita intercambiándose el primer lugar en el Occidente, pero uno de ellos se va a quedar en el camino. El chance guairista es muy pequeño ya.

Pero eso es a corto plazo. A largo plazo es otra historia, porque La Guaira necesita por fin que alguno de sus proyectos dure por al menos un lustro, aunque duela, para forjar el carácter y la generación que haga de esta histórica escuadra una novena tan competitiva como en su momento lo fue La Guerrilla.

Ignacio Serrano

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