miércoles, 11 de marzo de 2020

“El dia del retiro, una decisión difícil que deja una huella”

Resultado de imagen de Josè de La Trinidad “El Carrao” Bracho
Por Héctor Artiles El Pelotero Cronista del Beisbol
Luego de una buena temporada en La Liga clase “A” de La Florida, runcada por un reléase prematuro a mi entender.
Mi récord era de 7 ganados y 3 perdidos y cerca del liderato de ponches.
Comportamiento ejemplar como lo recomendó en su oportunidad, el emblemàtico Managerde La Organizaciòn, Sparky Anderson.
Pero esos atributos de nada sirven, cuando la organización necesita tu cupo para un primer “Draft”, recientemente firmado por un millón de dòlares.
Además hijo del jugador de beisbol màs joven que ha debutado en Las Ligas Mayores.
El prospecto debuta ese mismo dìa y blanquea al enemigo de turno.
Me entero leyendo la prensa a bordo de un Japan Airline, que tomè para ir a Miami, venìa procedente de Tokio y San Francisco.
Mi prematura libertad, causo un revuelo entre los opinadores de oficio en Venezuela.
No atinaban a una lógica explicación de lo sucedido conmigo.
Comenzaron a aparecer supuestas razones, todas inventadas, para poder decir algo al respecto.
Solo el Amigo Ezra Dortolina, publicò una entrevista hecha en mi casa, donde el siempre serio periodista, explicaba las razones dadas por mì, que igual seguían siendo inexplicables.
Escribì una carta al responsable de mi libertad, el Señor Chef Bender, jefe de operaciones de Los Rojos de Cincinnati.
La respuesta que esperaba nunca llego.
Dejando por sentado, las razones que me comunico Russ Nixon, el dìa de la despedida. –No te uniformes, ya el equipo no necesita de tus servicios-.
La verdad verdadera, era, que necesitaban un cupo para un lanzador que les acaba de costar un millón de dólares.
Saca del medio a uno que nos salió de gratis. La realidad es màs exacta que la fantasìa.
Ya cercana la que iba a ser mi ùltima temporada de beisbol como profesional, es cuando ponen en marcha el experimento de los “Puros Criollos”.
Campeonato paralelo con novatos y peloteros retirados.
Con encuentros vàlidos para el standing de los equipos. Se reactivan jugadores de otras épocas, que aportan experiencias a los novatos en formación y se surten los equipos, con armas obsoletas y oxidadas, pero que funcionan para el experimento.
Es asi como vemos nuevamente a Josè de La Trinidad “El Carrao” Bracho, maniatando a su antojo, a unos muchachos, que podìamos ser sus nietos. O a Urbano Lugo, pasar a la historia, cuando el Sàbado de Reyes de 1973, corona su dilatada y atropellada carrera, con un juego sin hit ni carreras, a costa de unos “Tiburoncitos” que apenas sabian nadar.
Varios factores fueron los catalizadores que aceleraron mi retiro prematuro.
Varias ofertas de trabajo en las ligas de menores de Estados Unidos que nunca se concretaron.
La actitud de los jugadores ya consagrados, en una reunión sindical con la Asociaciòn Unica de Peloteros Profesionales.
Afloran las mezquindades del que tiene su futuro ya seguro y de la manera màs descarada, te dice en tu cara “Con mi comida no te metas”.
Pero la guinda del pastel, fue observar a los jugadores que ya habían quemado sus ùltimos cartucho de fama y condiciones.
Sin ahorros de ningún tipo, sin futuro, relegados a roles sin trascendencia, sin juventud para pelear un puesto.
Quedaron para lanzar pràcticas de bateo, calentar lanzadores en el bullpen.
Cobrando un viatico o un sueldo, que nunca sabes cuàl es el ùltimo dìa que lo vas a recibir.
Esa cruda realidad, es la que me lleva a los 21 años, a tomar esa dura decisión.
Ese ùltimo dìa de la temporada es triste por mil razones, se baja el telòn y se espera con ansias hasta el mes de octubre, que se cumpla nuevamente el ciclo.
Pero de aquí allà, que hacer, la pregunta retumba en la mente de los veteranos y los que no tienen trabajo.
Me despido hasta octubre, con una sonrisa forzada, ya tengo mi decisión tomada en secreto y no volveré a estar en el circo que me ha regalado un montòn de amigos, ratos felices, pero que no me garantiza màs nada para el futuro inmediato.
Abro mi maletín de pelotero a ver que me puede servir para mañana y no encuentro casi nada.
Llamo a un joven que acaba de llegar de Lecherìas, firmado por Los Tiburones.
Le pregunto si es derecho, cuanto calza y su talla de franela. Creyendo que eso tiene alguna importancia. A èl le viene de perla el regalo, pues no trae nada de su humilde realidad.
A mì tampoco me sirven para nada las herramientas del fracaso. Le regalo un guante Wilson de color naranja, unos zapatos Rawling de piel de canguro y tres franelas sudaderas de mangas azules.
A mì, me quedan un par de zapatos Wilson, un guante Macgregor y el maletín casi vacío, que botarìa después como a los tres años de este evento.
Ocho años después de mi retiro, me acerco con el Viejo Chuchu y mi hermano Esteban, a ver un juego dominical de Los Tiburones, en El Universitario.
Previamente acordamos con Graciano Ravelo, esperarlo a la salida del “Club House” para irnos a la casa de Chuchù, a degustar el famoso sancocho de sierra, que preparaba Ana. Como si hubiera nacido en el Estado Sucre.
Comienza el desfile de los jugadores por la puerta de salida abarrotada de fanáticos, que aspiran un autógrafo de sus ídolos.
Entre estos aparece un ya consagrado grandes ligas, quien al reconocerme, se me acerca y de la manera màs cordial, me saluda con un fraternal abrazo.
Este grandeliga, ya establecido, recuerda aquel regalo, que sin ningún interés le di, aquel lejano dìa de mi retiro y que fue el principio de la brillante carrera deportiva de Luis Salazar.
Mi hermano Esteban y El Viejo Chuchcù, están sorprendido ante la reacción de aquel, super estrella del beisbol.
Yo estaba aùn màs sorprendido.
Que Luis Salazar me reconociera y recordara, aquel triste momento para mì y de mucha alegría para èl.
Nuevamente la realidad supera a la fantasìa.
HAM/2020.
— con Ezra Dortolina

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