Jaime Córdova Rodríguez
El día antes de la entrevista a Terín Pizarro decidí dar una vuelta por la Calle Calma para ayudar a la memoria a recuperar rostros, fachadas, nombres de negocios cerrados hace tiempo; ver si todavía existen aquellos callejones de panapén que conectaban la Calma con la Del Río. Tal vez no fue una buena idea. En parte, porque me he convertido en un viejo refunfuñón que no consigue acomodarse en silencio a lo que llaman la realidad. No presencié cambios normales o tolerables, sino desaparición. En el lugar donde estaban Los Ranchones —una ristra de casas de madera donde nació y vivió Ismael— se jugaba lotería debajo de un tamarindo, a la vez que se escuchaba al Cuarteto Mayarí con la acatarrada trompeta de Plácido Acevedo. Hoy, la realidad ha decidido que allí lo recomendable es tener un estacionamiento. El Bar de La Viuda, casi en la esquina de la Loíza, y otro cercano abrevadero para tragos y conversación llamado La Sombrita hace rato que están en la nave del olvido. Igual ocurrió con el Laundry Jefferson de Pepé Roberts, quien le fiaba al vecindario y no cobraba a los que caían en desgracia, como al boxeador Daniel Calcaño. En la intersección Calma con Corona, donde vivía la familia de Terín, recordé a su padre Xenón Pizarro, un veterano gallero con fama de conocedor.
Pero por lo menos me sentía mejor preparado porque sabía que en algún momento durante la entrevista el beisbol pasaría a un segundo plano para dar paso a la reconstrucción en el aire de la antigua Calma de nuestros tiempos, sin televisión, redes sociales, bates de aluminio y platanutres en bolsa a solo $1.95.
Para llegar a casa de Terín en la urbanización Los Ángeles necesité la ayuda de Miguelo Escalera, hermano menor de Nino, quien tuvo la amabilidad de recogerme en Plaza Carolina. Cuando llegamos, allí estaba en el balcón acompañado por su esposa Carmen, el amigo Quitín Cruz y Ana Rita, la esposa de Miguelo. Al principio tal parecía que yo era el entrevistado. Me saludó con una bola rápida:
—¿Por qué dejaste de jugar?
—Yo no tenía la habilidad ni la disciplina— fue lo primero que se me ocurrió—. Pero la culpa es tuya; tú me sacaste de pelotero. La noche que debutaste en el Sixto Escobar, allá para la temporada del 55-56, yo estaba en el parque. Te pusieron a relevar y los primeros bateadores que enfrentaste fueron Nino Escalera y un importado de nombre Dave Pope. Ponchaste a los dos. Nadie en el parque había visto una recta como la tuya.
¿Tú sabes que Nino todavía recuerda ese turno al bate? Me dijo que después del primer lanzamiento decidió no hacer swing porque tenía problemas para ver la bola. Yo tuve que preguntarle: “¿Bueno, y qué pasó finalmente?”
“Me ponché sin tirarle en dos y dos”, fue su contestación.
Mira Terín, me preocupa un poco que si seguimos por este camino tan agradable nos coge la noche aquí en el balcón. Yo tengo como quince preguntas que quiero hacerte.
—Pues empieza, dale.
¿Cuáles son, en tu opinión, algunas de las diferencias que existen entre el beisbol de la actualidad y el beisbol de los años cuando tú subiste?
La cantidad de jonrones que los bateadores derechos están conectando por el right field y los bateadores zurdos por el left. Se debe a la fortaleza de los peloteros de estos tiempos y a cambios en la estrategia. Además, ¿has visto la cantidad de bateadores zurdos que hay ahora? Los otros días vi un juego en que el dirigente alineó cinco zurdos corridos frente a un lanzador zurdo. Pero los cambios también pueden verse fuera del terreno de juego. Fíjate cómo ha aumentado el número de negros y latinos que juegan en las Grandes Ligas y en el trato respetuoso que hoy reciben. Cuando yo subí era diferente. Recuerdo una ocasión en que Aaron, Mantilla, Covington y yo íbamos en un carro, y al frente teníamos un camión de la Wells Fargo. La Policía nos detuvo porque creyó que teníamos intenciones de asaltar el camión. Esto fue en Milwaukee. Si hubieran sido cuatro blanquitos con corbata, le pasaban un paño a los cristales.
¿Tú tratabas de ponchar a todo el mundo?
No. Yo quería outs rápidos.
¿Lanzabas alto y adentro con el propósito de intimidar?
Nunca lo hice. Las veces que lanzaba adentro para separar a alguien del home, lo hacía de la cintura para abajo. En una ocasión le pegué un bolazo en el rostro a un bateador esto fue en las ligas menores. Fue sin intención; pero quedé afectado por el accidente y decidí trabajar fuerte para mejorar el control.
¿Cómo fue esa preparación?
Un programa de correr todos los días. Fortalecer las piernas, que es lo que te sostiene el resto del cuerpo. Me funcionó.
¿Qué es lo más importante en un lanzador?
La localización de los lanzamientos dentro y fuera de la zona de strike. Poder atacar las esquinas en cualquier conteo no solo con la recta sino con tus lanzamientos secundarios como slider, curva, cambio. No es fácil. Aunque tires a 95 o 97, un bateador de grandes ligas te va a conectar si te falla el control y te acercas al centro de la zona.
¿Y si el lanzador es Aroldis Chapman, que le llega a 102?
Los otros días lo vi tirar una a 106; pero tarde o temprano, si no localizas los lanzamientos te van a batear. Los bateadores hacen ajustes.
¿Quién ha sido el mejor lanzador latino?
Juan Marichal. No tenía una gran velocidad, calculo que su máximo estaba alrededor de 90-92; pero dominaba como nadie la zona de strike y era muy astuto. Marichal siempre lanzaba algo que el bateador no estaba esperando.
¿Qué importancia tiene la velocidad?
Es muy importante. Sigue siendo el lanzamiento que más utilizan los lanzadores. Pero un bateador de Grandes Ligas no tiene problemas para poder batear una recta cerca del centro de la zona de strike aunque sea de 95 o 97 millas.
¿Quiénes han sido algunos de los lanzadores nuestros que mejor localizaron los lanzamientos dentro y fuera de la zona de strike?
Tite Arroyo, Roberto Vargas y Rubén.
Oye Terín, Wito Conde me dijo que estuvo ocho años esperando que Roberto Vargas le lanzara una curva. Y hablando de Wito, yo soy uno de los pocos que lo vio a jugar en las Grandes Ligas. Fue una tarde en el Yankee Stadium. Jugó tercera. Este fue el equipo que tenía a Aparicio, Nelson Fox, Sherman Lollar, Floyd Robinson en el left …
Ese fue mi roommate, un gran bateador. Usaba el campo completo y no se ponchaba.
Ese día te vi calentando. Por los Yankees comenzó lanzando Roland Sheldon.
Ah, sí; un flaco alto, medio desgarbado.
En este juego Wito se fue de cuatro, cero.
No bateó de hit en las Grandes Ligas. Solo tuvo como veinte turnos al bate. Lo bajaron a Indianápolis y allí, como siempre, bateó 380.
Pero este no es el caso tuyo, tú conectaste una buena cantidad de hits, entre ellos un jonrón famoso para ganar un juego.
Ese jonrón fue en la octava entrada y el lanzador contrario era Tom Seaver. Resultó ser la única carrera del juego que terminó una a cero. Semanas después nos enfrentamos nuevamente y le conecté otro jonrón en la novena para ganarle dos a cero. En un encuentro casual que tuvimos a la salida del parque me dijo: “Más nunca vuelvo a lanzar en contra tuya”.
Háblame sobre esos turnos al bate, ¿cómo fue la secuencia de lanzamientos?
Contra batedores zurdos Seaver lanzaba sliders a media velocidad en la parte de afuera. Obligaba al bateador a enfocar la vista en este punto. Luego te sorprendía con una recta que pitaba en la esquina de adentro. Yo me preparaba para la recta. Sin llamar la atención, me alejaba un poco del home para conectar con la parte gruesa del bate.
¿De todos los coaches de lanzadores que tuviste, cuál te ofreció los mejores comentarios?
Tom La Sorda. El insistía mucho en la preparación física y, sobre todo, en la importancia de ponerse al frente en el conteo. Decía que cuando el conteo está a favor del lanzador, el bateador expande la zona de strike.
Esto último que dijiste me lo repetía un vecino mío en la calle Linda Vista. Tal vez lo conociste. Jugó beisbol profesional en Puerto Rico. Se llamaba Roberto Rivera Betancourt. Por cierto, ¿te has fijado que la calle Loíza se distingue por la cantidad de lanzadores que ha producido? La lista incluye a Roberto Rivera, Chamaco Ríos, Juan Pizarro, Hiram Bithorn, en la calle Jefferson; Carlos Costoso, quien jugó beisbol superior; Tellito López jugó de Santurce; su hermano Pigua, beisbol superior de Humacao —ambos son de la calle Santa Cecilia—; Juan Hernández Massini, beisbol superior en Juncos; Vitín Carrión, de la calle Diez de Andino, jugó superior de Vega Baja; y yo —no me quiero quedar fuera— jugué en Humacao y Juncos.
Se te queda uno —me dice Terín, y rápido menciona el nombre—: Jorge Tanco.
Estoy impresionado con el respeto de Terín por los peloteros de la calle Loíza y el conocimiento que tiene sobre ellos. De momento, hace una pregunta que sorprende:
¿De dónde es Pedro Morales?
Si hablas sobre el pitcher de softball, creo que es de Río Piedras —es mi respuesta—. En sofbol superior tuve alrededor de catorce turnos al bate contra Pedro y solamente pude conectarle un hit. Era muy rápido. En una ocasión estuve en conteo de tres y uno y me tiró un raising que subió como tres pulgadas.
Terín sonríe y me pregunta:
—¿Tú lanzarías bola recta a Willie Mays en tres y uno, verdad que no?
Tengo que regresar al cuestionario y pregunto:
¿Cuáles eran tus lanzamientos secundarios?
Curva y cambio.
Yo recuerdo que lanzabas lo que antes llamaban scroogie, una especie de circle change que se movía hacia afuera, de lanzador zurdo a bateador derecho. Servía de cambio.
Sí, lo aprendí de Rubén.
¿Para adónde se movía tu recta?
Para arriba.
En el año 1964 ganaste diecinueve juegos para las Medias Blancas, con efectividad de 2.56. En Puerto Rico fuimos muchos los que nos quedamos esperando la victoria número veinte. ¿Qué pasó?
En tres ocasiones distintas el dirigente saltó mi turno en la rotación. Me escrachaban para que no tuviera esa oportunidad.
¿Por qué?
Cualquier lanzador que gana veinte juegos tiene un buen argumento para que le mejoren su salario.
Terín, dime el nombre del mejor pelotero que has visto.
Willie Mays.
¿Por qué los parques están vacíos en Puerto Rico?
No hay dinero. Además, ¿quién quiere ver refuerzos de AA?
No te había comentado que ayer pasé por la Calma. Yo creía que iba a ver a Bruca, Frank París, a Charlie, Pepé Roberts, los Pumarejo y los Boulerín.
Esos últimos son primos míos. Todos murieron.
Ya vamos por dieciocho preguntas. Me hubiera gustado preguntar sobre la personalidad de Al López, su dirigente en Chicago y hablar sobre la temporada de 1963 en la que ganó dieciséis juegos con 2.39 de efectividad y 163 ponchados; pero es un poco tarde y quiero sacar unas fotos.
¿Te vas a retratar con tu primo prieto?
¿Y tú con tu primo jincho?— le contesto.
La despedida es breve. De regreso, pienso que el mejor lanzador en la historia del beisbol puertorriqueño merece algo más que una entrevista, y no me refiero a añadir información estadística para rellenar páginas. Vienen a la cabeza otras preguntas, no necesariamente relacionadas al beisbol, sino diseñadas para conocer mejor a Juan Pizarro: ¿Cómo es eso de nacer en la antigua Calma y abrirse caminos? ¿Cuáles fueron tus dudas y temores? ¿Conociste bien a Ismael Rivera, quien vivía a menos de diez casas de distancia? ¿De qué hablaron? ¿Qué recuerdos te trae tu primera visita al Sixto Escobar para ver un juego? ¿Con cuáles equipos jugaste en las categorías menores? ¿Cómo piensas que te ha tratado Puerto Rico después de tu retiro…?
Me quedo pensando en ese proyecto.
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