miércoles, 16 de febrero de 2022

Conrado Marrero, el “novato” de 39 años

 


No había forma de hacer que Conrado Marrero dejara de lanzar. Era así cuando comenzó a como serpentinero a los 27 años en las ligas amateurs de Cuba, su país de origen, al igual que cuando se convirtió en un novato de 39 años con los Senadores de Washington en 1950 y también en 1999, cuando Marrero se rehusó a dejar el montículo antes de que los Orioles se midieran con la selección nacional de Cuba durante un histórico juego de exhibición.

No es una broma, por cierto: En 1999, cuando los Orioles viajaron a La Habana, Marrero fue llamado para hacer el primer lanzamiento ceremonial. Salvo que, como sucede siempre, no hizo su pitcheo, saludó al público y se retiró del terreno. Tiró una bola. Y luego otro pitcheo. Y otro. No paró hasta que Brady Anderson finalmente hizo medio-swing.

Conrad Marrero's first pitch

Como dijo una vez Marrero, fallecido en el 2004, el día en que cumplió 101 años: “Estoy listo para lanzar otra vez, pero no consigo un cátcher”.

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El inicio

Lo raro es que, para alguien tan devoto del pitcheo, Marrero no empezó su carrera en ese rol. No, el jugador nacido en Sagua La Grande, un pequeño pueblo en la costa norte de Cuba, inició su vida en el béisbol como tercera base. Pero decidió parar cuando, como contara él mismo, “recibí un pelotazo en la cara y perdí varios dientes”.

Entonces, Marrero – y el tabaco que siempre parecía estar pegado a su boca – se mudaron a la lomita por primera vez en 1938. Tuvo éxito inmediatamente… a la edad de 27 años. Son muchos los jugadores que no se atreverían a hacer algo así, pero Conrado Marrero no era como la mayoría.

“Y luego en 1938, se incorpora a una liga amateur y se convierte, de la noche a la mañana, en el mejor pitcher”, le dijo a MLB.com Kit Krieger, un miembro de SABR, propietario de Cubaball tours y quien se convirtió en amigo cercano de Marrero. “Pero ya tenía 27 años. Hay que ver lo que es empezar a lanzar a los 27 e igual terminar ganando 350 juegos”, siguió Krieger, en referencia al total de triunfos de Marrero sumando múltiples equipos, ligas y países.

Aquel primer año, Marrero ganó 10 encuentros con una efectividad de 2.54. Desde entonces, no paró de mejorar, tocando el techo en 1942 cuando tuvo récord de 22-5 con promedio de carreras limpias de 1.22 por Cienfuegos, convirtiéndose en uno de los jugadores más populares de la selección cubana. Los fanáticos abarrotaban las tribunas cuando lanzaba y llevó al equipo cubano a tres títulos campeonatos mundiales de béisbol amateur.

Sin embargo, no se volvió profesional hasta que tenía 35 años, luego de que fuera visto lanzando con dos novenas en Cuba. Y pasaron otros cuatro años hasta que llegó a las Grandes Ligas. Como muchos otros ya mayores en su época, hizo lo posible por ocultar su edad, para que aquello no evitase que consiguiese trabajo.

Se dice que el dueño de los Senadores, Clark Griffith, creía que era ocho años más joven. En el diario The Saturday Evening Post una vez escribieron que Marrero tenía “seguramente 35 años, absolutamente 37, indisputablemente 43 y definitivamente 42”.

“Tenía más cumpleaños de los que ha podido soñar Satchel Paige”, bromeó Krieger. “He visto 1911, 1915, 1917 y el 1ro de mayo, 23 de abril y no sé cuál día de agosto”. (La fecha listada actualmente es el 25 de abril de 1911, el día escrito en un viejo pasaporte que es parte de la colección de Krieger.)

Las historias

En cualquier caso, no son muchos los jugadores de Grandes Ligas que debutaron a los 39 años. De hecho, Marrero es el 11mo lanzador novato de más edad en la historia. Y para el momento de su estreno, era apenas el octavo.

Los scouts hoy en día probablemente no voltearían a verlo, debido a su tamaño. Según los registros, medía apenas cinco pies y cinco pulgas (1,65 metros) y pesaba 158 libras (71 kilogramos), lo que hace de Marrero el tercer lanzador más bajo en la era moderna. La verdad es que todo lo que se conoce de él hace pensar que nunca debió llegar a la Gran Carpa. Pero igual lo logró.

Se ganó una variedad de ingeniosos sobrenombres por su largo windup y gran curva. En Cuba, era conocido como “El Premier”, El Curveador y El Güajiro. Lastimosamente, ninguno de esos apodos cruzó hasta las Grandes Ligas, donde era conocido como Connie, o “un pequeño gnomo musculoso”.

El dominicano Felipe Alou se refirió a su movimiento sobre la loma como “una mezcla entre un molino de viento que se volvió loco y un pato tratando de volar hacia atrás”.

Su carrera, de cierto modo, estaba hecha para ese tipo de descripciones jocosas, algo que a Marrero ciertamente no le importaba. Claro, era conocido por su curva, pero tenía todo tipo de pitcheos en su repertorio. Se dice que una vez dijo que lanzaba “todo, salvo mi tabaco”.

Bendecido con varios lanzamientos de primera línea y una memoria prodigiosa que le permitía recordar casi a la perfección cada pitcheo hecho a cada bateador que enfrentó, Marrero una vez contó cómo se las arregló para ponchar a Ted Williams. Luego de hacer que Williams conectara fouls ante dos sliders, Marrero le soltó una bola de nudillos para ponchar al futuro miembro de Cooperstown.

“Theodore odia la knuckleball . . . y el slider”, dijo Marrero. “Pero igualmente, aprendió a batearlos”.

Por supuesto, estamos hablando de uno de los mejores bateadores de todos los tiempos, así que Williams pudo vengarse. Así se lo contó Marrero a Thomas Boswell del Washington Post en 1978:

“En Boston una vez me dio dos jonrones en un juego. Un slider. Una bola de nudillos. Después del partido, me fue saludar y, pasándome el brazo sobre el hombro, me dijo: “Hoy fue mi día”.

“Le dije a Williams”, siguió Marrero, “todos los días son tu día”. (Esto fue así la mayoría de las veces cuando se enfrentaron: Williams atormentó a Marrero con una línea vitalicia de .333/.450/.697 en 40 visitas al plato).

Eddie Robinson, quien era el exjugador de Grandes Ligas de mayor edad al momento de su muerte en octubre pasado, también fue compañero y rival de Marrero y lo recordó muy bien cuando habló con MLB.com en el 2020. “Le gustaba su buen tabaco. Alzaba su pierna izquierda. También era un gran lanzador”, dijo Robinson.

Luego de ser canjeado desde los Senadores a los Medias Blancas, los dos se enfrentaron con regularidad, con Marrero sometiendo al cañonero a un promedio de bateo de apenas .175.

“Luego de haber sido canjeado a Chicago”, comentó Robinson, “tenía que intentar batearle, pero fue bien complicado. Me retiraba bien fácil”.

Aparentemente, Marrero parecía saberlo muy bien. A sus 102 años, el lanzador recordó una historia sobre un bateador que tenía que enfrentar y que llevaba de apellido “Robinson”. El manager de los Senadores, Bucky Harris, salió para sugerirle que le lanzara alto y pegado, pero Marrero le advirtió que si hacía eso, los jardineros tenían que estar preparados para un “gran batazo”. En vez de eso, le propuso tirarle bajito y afuera, con sus rompimientos.

Los dos hablaron, pero eventualmente Marrero ofreció algo más.

“Le aposté un tabaco, como éste, que podía retirarlo”, recordó Marrero.

“¡Acepto!”, dijo Harris.

Claro, Marrero lo dominó con un elevado, ganando el pulso. ¿Podría ser este Robinson – uno de los dos que enfrentó Marrero – ser Eddie? Robinson lo confirmó con una sonrisa.

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Un caballo de batalla

La carrera de Marrero en la Gran Carpa fue corta. Claro, si la comenzó cuando el común denominador batalla con la crisis de los 40 años. Jugar con los Senadores tampoco ayudó.

Terminó con récord de 39-40 y efectividad de 3.67. Esos números fueron lo suficientemente sólidos como para ser convocado al Juego de Estrellas de 1951, cuando impuso un récord como el jugador de mayor edad en asistir al evento por primera vez—marca que luego rompió Satchel Paige. Sigue siendo uno de apenas cinco jugadores, incluyendo al dominicano Nelson Cruz, Jamie Moyer y Tim Wakefield, en asistir al Clásico de Mitad de temporada por primera vez luego de cumplir los 40 años.

Pero, quién sabe cuán mejor pudo haber llegado a ser en un mejor equipo, o cuán famoso hubiese sido de haber lanzado en la postemporada.

Claro, tal vez pudo haber sido mejor si hubiese dejado de lanzar en algún momento. Pasaba los inviernos jugando en Cuba. Aparentemente, perdía efectividad en las partes finales de las campañas porque seguía lanzando “cuando otros monticulares descansaban sus huesos”.

Un ejemplo de eso ocurrió en 1947. Lanzando entre México y el Equipo-C de Washington, Marrero se combinó para récord de 37-8 a lo largo de 451 innings.

Krieger le preguntó cómo era eso posible. “Pero sencillamente no entendió la pregunta”, dijo Krieger. “Sus mecánicas debieron ser perfectas”.

De cualquier manera, la edad alcanza incluso a aquellos con mecánicas sutiles y ligamentos bendecidos por los dioses. Luego de enfrentar varios problemas en 1954 y ser trasladado al bullpen, Marrero fue dejado en libertad por los Senadores.

Luego, lanzó con un club afiliado de los Rojos en La Habana hasta 1957. Luego jugó en Nicaragua, donde sumó más entradas y victorias, aunque esos números se extraviaron, antes de convertirse en scout de los Medias Rojas. Sumado todo, tuvo marca de 353-173 con 88 blanqueadas. Nada malo para alguien que despegó tan tarde.

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El centenario

Luego de la revolución cubana, Marrero se mantuvo en su país y se convirtió en una leyenda. Ayudó a desarrollar a lanzadores, gracias a la sabiduría que adquirió a lo largo de su carrera como jugador. Pero, no todo salió acorde al plan.

Años después, cuando Krieger conoció a Marrero, se encontró con un anciano viviendo en un pequeño apartamento junto a su nieto, con una pensión de apenas US$7 por mes. Con la ayuda de otros entusiastas del béisbol cubano, Krieger ayudó a Marrero enviándole dinero, pero no fue suficiente. Krieger se puso a trabajar rápido, recolectando cartas de viejos compañeros y oponentes de Marrero.

Krieger contactó luego a MLB, a la Asociación de Jugadores de MLB y BAT (Equipo de Asistencia de Béisbol, por sus siglas en inglés) en busca de ayuda. Se puso en contacto con Robinson, quien llamó al escritor del New York Daily News, Bill Madden, buscando cualquier tipo de ayuda para Marrero, quien no fue elegible para una pensión porque la había rechazado en sus tiempos como jugador.

Pero no sólo fueron los problemas para conseguir los fondos, sino también estaba el asunto de encontrar la manera de hacerle llegar el dinero a Marrero.

Debido a las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, no podían sencillamente transferirle el monto.

Entonces, al estilo de una película de espías, descubrieron la manera. El ex ligamayorista dominicano Stan Javier podía entrar sin problemas a Cuba y darle los cheques a Marrero. En los últimos cuatro años de vida, Marrero recibió US$10,000 por año desde el béisbol -- “fue una gran y tremenda diferencia”, dijo Krieger.

Cuando se le preguntó que cómo se hizo tan cercano a Marrero y por qué un viejo ligamayorista se convirtió en una persona tan importante para él, Krieger respondió de una manera sencilla. “Lo mejor para mí era sentarme en la sala con alguien para hablar de DiMaggio, Mantle y Bucky Harris – a quien llamaba Bucky Harry”, señaló Krieger.

Marrero falleció en el 2014, a unos días de su cumpleaños número 103 y de un homenaje nacional de su vida en el béisbol que se había programado. Para el hombre que parecía nunca olvidar el más mínimo detalle de su carrera, al final, tampoco fue olvidado por el deporte.

Michael Clair escribe para MLB.com.

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