Por Matt Monagan/MLB.com
La gente abarrotó el viejo Estadio Almendares, emocionada por ver a uno de esos héroes de los que sólo lees en los diarios. El más grande jonronero del mundo.
¿En verdad era real?
¿Podría realmente existir una persona que conectó 54 jonrones en una temporada? ¿Alguien con la habilidad de dar batazos de 580 pies, un hombre con el poder de mandar la pelota sobre la cerca cada vez que quisiese?
Ésos eran los pensamientos, palabras y susurros alrededor del gigantesco estadio de La Habana a finales de 1920, cuando el gran Babe Ruth llegó a Cuba para una serie de exhibición contra un par de equipos locales.
“Las gestas de Ruth fueron bien promocionadas en los periódicos”, dijo Roberto González Echevarría en su libro “The Pride of Havana: A History of Cuban Baseball”. “Pero el béisbol cubano no se centraba en los jonrones. Ese béisbol era muy prudente, muy táctico”.
“(El béisbol cubano) estaba más centrado en el bateo y corrido, robar bases, mover los corredores, ese tipo de juego”, me dijo César Brioso, historiador del béisbol cubano y escritor de USA Today, durante una llamada telefónica. “Y realmente fue así por un buen tiempo”.
Pero, sorpresivamente, a Ruth le robaron el show.
Una leyenda local, un pelotero cuyas míticas historias le daban la pelea a las del Gran Bambino, eclipsó al famoso invitado. Un fornido jardinero central con las cinco herramientas de quien se dice tenía más poder y talento que equipos enteros. Un hombre cuyos roletazos dejan cráteres sobre la faz de la tierra.
El gran Cristóbal Torriente.
Aunque muchas facetas de la vida y la carrera de Torrente no están lo suficientemente documentadas, las partes que sí están disponibles sugieren que fue uno de los más grandes bateadores en la historia del deporte.
Tiene el mejor promedio de bateo en la historia de la liga cubana con .352, llegando a ligar para .402 en una temporada. Tenía un cañón por brazo y corría como una gacela. Jugó en las Ligas Negras desde 1920, dejando un impresionante promedio de .411 en su debut con los Chicago American Giants. En sus primeras nueve campañas en la NNL, su OPS fue de 1.000. Luego se unió a los famosos Kansas City Monarchs por un año en 1926 y encabezó al equipo con un promedio de bateo de .351 y un porcentaje de embasarse de .446. Su WAR en las Ligas Negras es el tercero mejor de todos los tiempos, superando a históricos como Josh Gibson y Cool Papa Bell. Desafortunadamente, debido a la barrera racial, Torriente nunca tuvo la oportunidad de demostrar su talento a nivel de Grandes Ligas.
“Es miembro del Salón de la Fama del Béisbol Cubano, al que entró como parte del primer grupo”, apuntó Brioso. “Es uno de los gigantes de la primera mitad del siglo XX de la liga cubana y del béisbol cubano”.
Y para esta serie de 10 juegos en 1920, Torriente estaba jugando con el Almendares, el club con el que brilló por muchos años en Cuba. Ruth estaba de visita con los Gigantes de Nueva York de John McGraw, que le pagaron US$20,000 para que fuese a impresionar a un público que nunca lo había visto en persona. Advertencias de cuadrangulares se pusieron por todo el Atlántico.
“Babe Ruth está jugando pelota invernal en Cuba”, escribieron en el Daily Illinois. “Hay informes de que los barcos que viajan de EE.UU. a La Habana están siendo reforzados con escudos para evitar ser torpeados por jonrones perdidos”.
La atención cautivó a toda la isla.
Pero en los 10 duelos contra Almendares y Habana, Ruth conectó un solo cuadrangular. Cierto, fue un batazo kilométrico, que se llevó las cercas de un estadio que, en algunos lugares, tenía hasta 600 pies de distancia. Así lo describieron en “Pride of Havana”:
El cañonazo del Babe pasó sobre la escuna entre el fin del sol y la pared del jardín central o la pizarra. Mendoza dice que bien pudo haber sido el jonrón más largo jamás conectado en el Estadio Almendares. Algunos estimados dicen que fue de 550 pies”.
El Bambino bateó .345 con cinco carreras anotadas y un triple en la serie. Algunos fanáticos empezaron a abuchearlo, probablemente esperando que sacara una pelota cada vez que entrara al cajón de los bateadores.
Mientras tanto, Torriente ligó para .400 y disparó cuatro cuadrangulares en 35 turnos contra los Gigantes. Como ya mencionamos, hasta sus roletazos dejaron impresionados a los fildeadores de los Gigantes.
“Estuve en La Habana en 1920 con Babe Ruth y como otros 12 jugadores de los Gigantes de Nueva York”, dijo en su momento Frankie Frisch. “Eso fue hace como 50 años, pero todavía recuerdo a Torriente. Creo que estaba jugando tercera base esa vez y dio un rodado cerca de mí. Una de esas veces en las que volteas a ver tu guante, porque quizás estaba allí. Pero no estaba en mi guante. La pelota hizo un hueco como de un pie en su camino al jardín izquierdo. ¡Menos mal que no yo no estaba de frente a esa pelota!”.
Pero hubo un juego que resaltó. El 6 de noviembre, en el triunfo de Almendares por 11-4, el oriundo de Cienfuegos cautivó al público con tres vuelacercas. En esa época, las jornadas de tres cuadrangulares eran poco comunes y probablemente fue algo que no había ocurrido jamás en la liga cubana.
“Cuando Dick Sisler llegó [a Almendares] y jugó allí en la temporada 1945-1946, dio tres jonrones en un juego y fue visto como un héroe”, me dijo Brioso. “Incluso había un día de Dick Sisler, para conmemorar el evento”.
Algunas versiones dicen que los tres cañonazos superaron la cerca, mientras que otras mencionan que los batazos superaron a los jardineros y que el velocista se acreditaba jonrones dentro del campo. De cualquier manera, el público cubano – mayormente presente para ver a Ruth – se deleitó con Torriente. Lanzaban dinero en efectivo y relojes de oro al terreno. Le otorgaron 400 tabacos luego del partido.
“Sí, en ese juego hubo tres cuadrangulares y Ruth no dio ninguno”, dijo Brioso. “Fue algo importante. Con todos los elementos de David vs. Goliat. El de casa superando al gran Babe Ruth.
Y Torriente se enfrentó, cara a cara, al Bambino.
Además de ser un gran cañonero, Ruth, por supuesto, también era un muy buen lanzador. Su última semi campaña completa en la loma había sido en 1919, cuando tuvo récord de 9-5 con efectividad de 2.95. McGraw trajo a Ruth desde el jardín central para intentar frenar al Almendares durante el juego del 6 de noviembre. Tras retirar a los tres que enfrentó en un inning, se midió a Torriente con dos en base en el siguiente capítulo. Aquí, un extracto del libro “El Bambino visita Cuba, 1920”, de Yuyo Ruiz:
“Babe y Torriente intercambiaron miradas, en un intento aparente de ocultar una sonrisa, según el periodista de El Mundo, Víctor Muñoz, pero no dijeron ninguna palabra. Ante el tercer pitcheo de Ruth, el bate de Torriente rompió el hielo, enviando un fuerte batazo entre el jardinero izquierdo y el central. Torriente llegó a la intermedia empujando dos carreras más. Ruth regresó luego a la pradera central...”
“¡Torriente le robó el show a Babe!” titularon los diarios al día siguiente.
El diario El Día:
Ayer, Cristóbal Torriente se elevó por grandes alturas de gloria y popularidad. Su bateo entrará en la historia del béisbol cubano, representando una de sus páginas más brillantes.
El Heraldo de Cuba:
Ruth no pudo aportar nada digno de mención, en un juego que vio a Torriente brillar.
Ahora, como mencionan varios y apunta Brioso, hubo un par de cosas que pudieron haber empañado el impacto de la jornada de Torriente.
Primero, Torriente hizo el mayor daño ante High Pockets Kelly, un jugador de posición que lanzó un total de tres juegos en su carrera. Segundo, hubo informes que mencionaban que el partido parecía una práctica de bateo y que los equipos no se lo estaban tomando en serio. Fue más unas vacaciones para los ligamayoristas que otra cosa.
Brioso luchó contra esa teoría, citando la vez que McGraw llevó a su equipo a Cuba en 1911 y perdió ante La Habana. McGraw penalizó a uno de sus jugadores por haber aprovechado la vida nocturna de Cuba y no haber estado en su máximo potencial. Estaba extremadamente molesto por haber perdido ante jugadores que no estaban en las Mayores.
“A veces, algunos de estos jugadores no se lo toman serio en los juegos de exhibición”, recuerda Brioso. “Pero está el elemento del orgullo cuando empiezas perdiendo y comienzas a considerar que tienes un talento inferior”.
Eran deportistas competitivos. Incluso, John Holway escribió cómo “el Bambino frunció el ceño con incredulidad” cuando Torriente se deslizó en segunda con aquel doble que le conectó. Lo hecho en 1920 ayudó a Torriente a ingresar al Salón de la Fama en el 2006, con su gran jornada en la que eclipsó al mismísimo Bambino, mencionada en su placa.
Como dijo el propio Ruth en una ocasión:
“Díganle a Torriente y a [José] Méndez que si pudieran jugar conmigo en las Mayores, ganaríamos el banderín en julio y nos iríamos a pescar el resto de la temporada”.
Matt Monagan escribe para MLB.com.
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