Christina De Nicola/MLB.com
MIAMI – “Un corazón”.
Esas dos palabras sirvieron como grito de guerra de los Marlins de Florida de 1997, un equipo de veteranos y jóvenes estrellas que alcanzó la cúspide del béisbol en apenas su quinta temporada de existencia.
Aunque se ha dicho mucho que los Marlins “compraron” su primer título de Serie Mundial, la fundación del club había sido armada antes de su primer juego. La franquicia eligió al receptor de la Universidad de Miami, Charles Johnson, como su primera selección en el draft de MLB en 1992. Durante su campaña inaugural en 1993, la Florida obtuvo en un cambio al jardinero Gary Sheffield y al eventual cerrador Robb Nen. Antes de la campaña de 1996, los Marlins firmaron a dos abridores, Al Leiter y Kevin Brown, para que encabezaran su rotación. Todo eso, más un promisorio tercer lugar que sellaron con récord de 31-24 en los últimos dos meses de 1996, llevaron al entonces propietario Wayne Huizenga a preguntarle lo siguiente al gerente general Dave Dombrowski:
“Bueno, vamos a tratar de ganar. ¿Qué necesitamos para lograrlo?”
Antes de abrir la chequera, los Marlins contrataron al manager Jim Leyland, cuya estadía de una década con los Piratas se quedó a las puertas de la Serie Mundial con tres derrotas en la SCLN. Luego llegó la hora de reforzar el roster, con la intención de doblegar a los siempre contendores Bravos y su rotación de futuros miembros del Salón de la Fama encabezada por Greg Maddux, Tom Glavine y John Smoltz. Los Marlins firmaron a Bobby Bonilla, a John Cangelosi, a Jim Eisenreich, al cubano Alex Fernández, a Dennis Cook y al dominicano Moises Alou antes de que terminara el año 1996. El club adquirió a Cliff Floyd desde los Expos hacia finales de los entrenamientos para ponerle el toque final a la nómina.
“Creíamos que teníamos un buen equipo, nos sentíamos muy bien y pensábamos que teníamos posibilidades de ganar”, le dijo Dombrowski recientemente a MLB.com. “Y realmente, para usar una frase de Jim Leyland, pero yo me sentía igual, ‘¿Me vas a hablar de presión?’ Bueno, había expectativas, pero era presión de la buena, porque sabíamos que teníamos un buen equipo. Ahora, ¿qué tan buenos?, sólo el tiempo lo diría. Y por supuesto, hicimos algunos ajustes. La fecha límite para cambios realmente marcó una diferencia significativa para nosotros. Pero sabíamos que teníamos un buen equipo, aunque también que estábamos jugando contra un club bien bueno en nuestra división, los Bravos. Y no, nunca hay garantías de ningún tipo. Pero sentíamos que podíamos competir”.
Aquello quedó claro rápidamente cuando los Marlins tuvieron récord de 26-5 en la pretemporada. No bajaron mucho el ritmo al arrancar la campaña regular, jugando para 48-32 en los primeros tres meses. En julio, sin embargo, entraron en una mala racha. Fue allí cuando Dave Dombrowski trajo nuevos refuerzos, adquiriendo al veterano Darren Daulton de los Filis y al novato Craig Counsell de los Rockies. Daulton era el bate zurdo que necesitaba el lineup. Por su parte, Counsell encajó en el cuadro interior mientras el dominicano Luis Castillo, por entonces con apenas 21 años, se seguía adaptando a la liga.
Respetado en toda la liga, el experimentado Daulton no esperó mucho para hacerse sentir, convocando a una reunión para decir lo que creía de su nuevo equipo. Pensaba que no estaban jugando con suficiente intensidad. Los Marlins le prestaron atención a las palabras de Daulton y encontraron su ritmo.
Con la postemporada acercándose, la confianza de los Marlins siguió creciendo. Pusieron foja de 32-22 en juegos decididos por una carrera y 13-2 en encuentros interligas. Consiguieron 16 triunfos dejando en el terreno al rival. Y aun así, finalizaron a nueve juegos de los Bravos en la carrera por la División Este de la Liga Nacional. Los Marlins, con récord de 92-70, tuvieron que conformarse con el Comodín.
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