EL EMERGENTE
Por Ignacio Serrano
¿Qué tan bueno fue el Carrao Bracho? ¿Por qué legó su nombre al premio que cada año recibe el mejor lanzador de la LVBP?
Su memoria vino a nosotros cuando vimos que el legendario derecho había quedado fuera en la búsqueda del equipo ideal histórico de los Leones del Caracas.
El Carrao no fue el único pasado por alto. Como es natural, los lectores de El Emergente que participaron en la encuesta se inclinaron mayormente por aquellas figuras a quienes ellos o sus padres vieron en acción. Dalmiro Finol, Julio Bracho y el Mono Zuloaga también quedaron por fuera. Todos son leyendas de nuestra pelota y del cuadro capitalino.
En una divisa con tanto recorrido, con tantos nombres y éxitos, es lógico que varios resultaran soslayados. Y como no se trata de una escogencia de eruditos, sino del público en general, es entendible que priven asuntos del corazón, esos rostros que generaron las emociones que llevaron a cada quien a hacerse seguidor de los diamantes.
Finol quizás sea uno de los dos principales olvidos de la fanaticada. Fue el primer gran jonronero de la liga. Al despedirse, en 1956, sumaba 48 cuadrangulares. Tendría que llegar Antonio Armas, décadas después, para desplazarle de la cima.
El jardinero fue un emblema del Cervecería y luego de los melenudos. Sus logros habrían sido aún mayores si la fundación de circuito no hubiera llegado tan tarde para él. Cuando se estrenó la LVBP, en 1946, el slugger tenía 27 años de nacido. Armas habría tardado mucho más en darle caza, de haber iniciado su recorrido a la misma edad que el oriental.
Con el Carrao no pasó eso, porque su carrera empezó prácticamente en paralelo al torneo rentado local. Era un veinteañero cuando debutó con el club de la capital, en 1948, y pudo sumar 23 justas.
No todo el tiempo fue caraquista. En 1959 pasó al Oriente y luego defendió al Orientales, Magallanes, La Guaira, Lara y Zulia.
Sus 10 campañas con los metropolitanos cementaron su leyenda. En ese corto trecho se anotó 63 victorias, acumuló más de 1.000 innings, lanzó casi 200 juegos y completó 54. ¿Imaginan un pitcher de nuestros tiempos que sea capaz de tirar 100 episodios y conseguir 6 triunfos temporada tras temporada, durante un decenio entero?
Bracho tuvo la fortuna de mantener su buena salud durante casi todo su camino. Es un bien preciado, tanto hoy como ayer. Gracias a eso, pudo amontonar cifras brillantes.
La más recordada es ese total de lauros que le convierte en el Cy Young local. Ganó 109 veces, único serpentinero en el país sobre el centenar de éxitos. Pero también es el monticulista con más entradas (1.768), el que abrió más compromisos (194) y el que trabajó completo en más oportunidades (91).
Todo eso lo cosechó mientras limitaba los batazos contrarios. Recibió 8,27 hits por cada nueve pasajes, la segunda cifra más reducida entre todos los que han superado el millar de tramos en la LVBP, por detrás únicamente de Roberto Muñoz. Su efectividad de 3.17 es la quinta de todos los tiempos entre quienes han sumado 1.000 innings en el circuito.
Tuvo un tope personal con 1.66 de efectividad en un torneo con el Caracas. Su cosecha de 15-5 con el Oriente, tiempo después, también debería causar asombro ahora. En esa justa 1960-1961 alcanzó nada menos que 160 entradas. Dos veces superó la decena de juegos completos.
El Carrao tiene un sitial en el Salón de la Fama de Valencia, muy bien ganado. Muy pocos aficionados, lamentablemente, pueden contar que le vieron lanzar. Ha pasado mucho tiempo de eso y la documentación en nuestros deportes es realmente poca.
Eso nos deja ante otra realidad: es obligación del Caracas traer su memoria de nuevo al ruedo. Él, así como Finol, el Mono, Tirahuequito Machado, Héctor Benítez Redondo y tantas otras leyendas de antaño tienen que estar presentes en el estadio Universitario, en la web y en las redes de los melenudos. Tienen que hacerse día a día de su afición. Eso no sucede todavía.
Alimentar esa memoria es la siembra de una fanaticada futura, de un orgullo de grupo que afianzará a cada equipo en el corazón de sus seguidores y rendirá perenne homenaje a quienes hicieron que el beisbol llegara a ser el pasatiempo nacional.
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